La vida de mis padres fue dura y difícil hasta el final de sus vidas. Los accidentes en la familia y las adversidades parecían no tener fin. Para mi padre empezó siendo muy dura. Se enamoró de la que iba a ser mi madre cuando ella tenía ya 31 años de edad, viuda y con seis hijos, cuando él acababa de cumplir con el servicio militar y tenía sólo 20 años.
Mi madre era una gran mujer, muy guapa y trabajadora, además de valiente. Fue una mujer de arte y con “cojones de paisano”. Cogía su guadaña y se iba a segar a los prados con mi padre. Era tan dura como los regodones. Cogía una pareja de vacas y labraba las tierras mientras mi padre trabajaba en la mina. Ella se las arreglaba para atender la casa y trabajar en el campo. Mujer fuerte e incansable, con arte y dinamismo sabía trabajar y dirigir con energía y autoridad.
Con su hermosura y su valentía, mi padre se enamoró de ella y, por mucho que su familia le dijo, nada consiguieron para que desistiera de lo que ya tenía bien pensado. Mis abuelos y su familia no querían aquella unión en matrimonio. Le decían que era una locura lo que iba a hacer. De nada les iba a servir su oposición, ya que mi padre había decidido casarse con la que más tarde sería mi madre.
Tuvo 15 hijos y aunque se mantuvo muy bien, más tarde enfermó del corazón, soportando esa enfermedad y trabajando como antes. Fue un caso excepcional, según los médicos.
En enero de 1973, se le agudizó la enfermedad y hubo que traerle el especialista a casa. Dado que mi padre trabajaba en la mina y no podía ir, yo bajé a Sama a buscar al Dr. Meneses, un buen especialista de pulmón y corazón, que la había tratado años atrás. Cuando pasé a su despacho después de saludarnos, me dijo:
–Arsenio, no vendrás a buscarme para ver a tu madre, ¿cuánto hace que murió?
–No murió doctor, puede que sea de ésta, porque está muy mal.
Mientras que hablaba se dirigió al fichero y sacó su historia.
–Es imposible que viva, dijo, esta mujer, con lo que padece, según las normas de la medicina debía haber muerto hace cuarenta años.
–Pues ahí la tenemos, aunque no sé por cuánto tiempo. Doctor, le dije, vengo en mi coche y sólo hace que saqué el carnet poco más de un mes, si no le gusta subir conmigo le llamo un taxi.
–Ni hablar, yo no tengo miedo, sé que eres hombre muy responsable además de muy valiente. Estoy bien informado, ¿no ves que tu caso se comenta por todas partes? Sé que fuiste el mejor y que lo sacaste a la primera y que te sacaron a hombros ¿No es así?
–Cierto doctor, tuve suerte y todo me salió bien.
–A eso no se le puede llamar suerte, eso es saber hacer las cosas, la prueba fue ante un tribunal y lo sacaste todo muy bien.
–Muchas gracias por confiar en mí, lo considero muy importante, porque siempre hay quien no está a gusto con nada y le estorban hasta las esquinas.
–Arsenio, eso que tú dices es cierto, yo mismo oí alguno discrepar sobre este tema, pero sólo lo hacen los que no saben por dónde andan, o porque no te conocen bien. Tu vida es ejemplar y esas críticas de algunos no te deben afectar, todo lo contrario, deberían copiar de ti. Sigue en la línea que llevas porque vas muy bien. Estudias, trabajas, cumples en el trabajo, no hay más que pedir, amigo. Hasta sé por tu jefe el ingeniero que te compraste una buena máquina de escribir, y nada menos que electrónica y que eres un buen estudiante con una memoria y una fuerza de voluntad especial.
–Doctor, me deja sorprendido, ¿cómo sabe usted tanto de mi vida?
–Muy fácil, porque todo el mundo comenta tu valentía. Aparte de que tus jefes me informan de todo porque te aprecian mucho.
–Cierto, me aprecian y me dan ánimos y eso me ayuda mucho, gracias doy al Cielo por tener esa suerte, porque es lo que me da fuerzas para seguir adelante y luchar con los inconvenientes que no son muy pocos. Me queda un duro camino por recorrer, ya veremos a donde llego. Algunas veces me siento muy agobiado, cansado y muy triste porque en cima del problema de las manos, el sueldo que gano como conserje no me da para vivi. Si no fuera por mis padres no sé como me las iba arreglar, ya que no da ni para pagar mi pensión. Espero poder darle una vuelta a todo esto, pero por mucho que pienso no me salen bien las cosas. Estoy pensando en poner un negocio para ver si puedo vivir de mi propio trabajo, pero todavía no di con algo que me pueda resolver el problema.
–Anímate y no te impacientes ya te saldrá algo que te pueda servir. Eres muy joven y tienes mucho tiempo por delante, todo te saldrá bien porque con tu forma de ver las cosas vencerás, sigue adelante porque eres luchador por naturaleza
Cogió su maletín y emprendimos viaje hasta La Bobia. Había una tempestad, lluvia con tormenta que duraría más de una semana. Dejamos el coche en la carretera y atravesamos por una vega que separaba hasta nuestra casa. El agua nos entraba a los zapatos como si fuéramos descalzos, y cogimos la gran mojadora porque ni el paraguas valía para tanta tormenta.
Reconoció a mi madre, que se encontraba en cama en el pisode arriba. Bajamos después y, mientras se lavó las manos, me dijo
–Tu madre está muy grave, llévame a Sama, coge las medicinas y sube muy rápido, a ver si hay suerte y la encuentras con vida y las medicinas le sirven de algo.
Regresé a casa lo antes que me fue posible, le pusimos el tratamiento y aunque lo pasó fatal, después de unos cuantos días mejoró y vivió unos cuantos años más, aunque no dejaron de darle aquellos ataques que la dejaban sin conocimiento y cada vez con más frecuencia, además de los terribles dolores en su parte izquierda.
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