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Eran tiempos de hambre y escasez para todos. Al trabajo tan enorme que tanto nos costaba realizar por la poca fuerza que teníamos, debido a nuestra mala alimentación, se unía a nuestra corta edad y la poca experiencia para realizar los trabajos. Estábamos casi siempre hambrientos por no haber comida. Aunque algunas veces se disponía de algo de dinero, no había donde comprar. Por ese motivo nació el “estraperlo En su momento hablaré de éste y de sus estafadores.
 
Estábamos obligados a alimentarnos de las escasas cosechas que nosotros mismos teníamos que producir y que eran nuestra esperanza para poder comer durante una parte del año, porque no había para más. Producíamos maíz para hacer pan (boroña de casa), patatas, cebollas y verduras, leche de nuestras vacas. También nos alimentábamos de las castañas que recogíamos con grandes mojaduras y padeciendo el frío del invierno por los castañeos de distintas zonas lejanas. Todas estas dificultades las padecíamos los que no teníamos este fruto, que nos era de primera necesidad y que tanta hambre nos quitó a lo largo de los meses que nos duraban, pues, había días que era lo único que teníamos para comer. Las cosechas eran siempre muy escasas para alimentarnos a toda la familia por la falta de tierras para poder sembrar, a parte de la falta de medios técnicos, que en aquel tiempo no existían. Este problema se agudizaba más aun cuando algunos años fallaban las cosechas por las inclemencias del tiempo. Las tormentas de aire y granizo que eran muy frecuentes las destrozaban; sobre todo a los maizales que los tumba y se rompen, fallando toda su producción, al pudrirse tumbados en el suelo. El maíz y las patatas eran dos productos fundamentales en nuestra alimentación. 
 
Aquellas castañas que tanta hambre nos quitaron, desaparecieron en nuestra zona porque más tarde cortaron todas los castañales para la industria de extractos curtientes. Dejaron arrasados todos los castañeos y precisamente aquellos en los que los árboles estaban bien formados y con muy buenos injertos que eran los que producían castañas en cantidad, porque los árboles sin injertos producen muy poca y de pequeño fruto. Nadie se preocupó más de reponer aquellas importantes plantaciones que fueron las que nos libraron de tanta hambre a todos los de mi época.
 
Si este fruto lo hubiera en cantidad como en aquellos tiempos, podría servir como ayuda para alguna gente que con esta crisis lo está pasando muy mal. La castaña es un alimento muy sano y muy completo. Yo, a mi edad, todo los días como unas pocas, porque además son muy sabrosas. Tengo que decir, con toda mi honradez, que prefiero unas castañas bien asadas, a una raja de carne. Es necesario hacer plantaciones de estos árboles. Hay que repoblar los lugares donde había esta producción que eliminaron sin tener en cuenta el daño que hacían, porque es muy necesaria como alimento y como producción de buenas maderas para muebles y casas. ¿A dónde vamos con estos desguaces de cosas tan necesarias? A medida que la industria fue necesitando gente, cosa muy importante sin duda, se dejaron los pueblos abandonados, la gente emigró a la ciudad. Pero hoy esta industria está fallando y la gente sin trabajo ni donde sembrar para poder comer. Los que viven en los pueblos trabajan las tierras y no pasan hambre. Por ese motivo creo que hay que preparar cursillos para los jóvenes que ni estudian ni tienen trabajo, y enseñarles entre otras muchas cosas más, el saber producir trabajando en el campo. Todo es cuestión de probarlo y lo mismo que nos gusta a los que vivimos de este modo, puede que haya mucha gente que se adapte, por lo menos hasta que la industria vuelva a reponerse y se elimine el paro.
 
En aquellos años las nevadas eran muy grandes y las tormentas tan fuertes que destrozaban las cosechas, quedando sin nada parar comer. Estas terribles nevadas seguidas de fuertes heladas permanecían muchísimo tiempo, hasta teníamos que subir a los tejados de las cuadras y de las casas para quitar la nieve y evitar que se hundieran los edificios. Así mismo, teníamos que hacer camino quitando la nieve a paladas para ir a cebar al ganado y para poder ir también a buscar agua a la fuente para abastecer el servicio de la casa, y para poder soltar el ganado a beber, dos veces al día, una por la mañana y otra por la tarde. Había que llevar los ganados hasta la fuente porque resultaba muy lejos para traer el agua al hombro. Esto sólo se hacía para el servicio de la casa. Había una sola fuente para todo el pueblo, y el agua casi siempre escaseaba excepto en el invierno.
 
Estos trabajos los realizábamos descalzos, ya que las alpargatas que teníamos no se podían mojar porque eran de esparto y se deshacían. Sólo las podíamos usar cuando estaba seco o con madreñas, pero por muchos caminos no se podía transitar con éstas porque había mucho barro y agua y se enterraban en él. Por eso cogíamos las alpargatas y las madreñas en la mano para circular descalzos.
 

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