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Muchas veces los problemas son demasiado duros. Para la construcción de mis aparatos precisaba de chapa de acero inoxidable de un milímetro de grosor, para hacer el cuerpo de la prótesis. Pletina de 20×5 y de 30×5 para hacer las articulaciones, además de unos rodamientos a bolas, que hay que hacer a torno expresamente para este mi caso, ya que no hay en el mercado este tipo de mecanismo, por ser creado expresamente para las prótesis de mano con unas medidas especiales y lo más ligeros posible. Estos rodamientos los encargo a un tornero ya que yo no los puede fabricarlos, porque no tengo tono. Además de este material, necesitaba tornillos de diversas medidas, cuero y otros materiales. El problema estaba en que el acero inoxidable, al igual que la chapa, las pletinas y los tornillos, lo vende una empresa de Gijón, que no servía más que en cantidades industriales. Por ese motivo me vi obligado a buscar por las chatarrerías y aunque estos recortes eran de material nuevo y de buena calidad, ya que procedían de recortes de la industria, casi nunca los encontraba a la medida en su grosor. Es decir, si una pieza debía ser de 30×5, la que encontraba era de 50. Había que cortarla y mecanizarla, por lo que el trabajo se multiplicaba. No me quedó más remedio que aplicar este material pero a base de mucho trabajo, pues todas las articulaciones las tuve que cortar de llanta de 50 milímetros, y al mecanizarla se recalienta y endurece el material y luego cuesta mucho el barrenarlo, desguaza barrenas sin control, por ese simple problema, que bien fácil era evitarlo, si me lo vendieran. Es un trabajo de chinos como se dice muchas veces.

Hacer cada pieza de material a medida suponía una ventaja muy considerable en todos los órdenes. Solo puede conocer esta gran diferencia el que lo trabaja. En la casa donde lo vendían lo había de grosor y ancho necesarios. Así sería más fácil  la construcción, aunque hubiera que trabajarlos, no habría que tocar el ancho, pero no lo vendían en pequeñas cantidades.

Estaba harto de buscar estos materiales, era incapaz de encontrarlos, hasta que un día  ya a punto de terminar esta obra, por precisar de otro tipo de acero para otra de mis máquinas en este caso para la picadora de carne para los mastines, me acerqué hasta “Aceros Garay”, en Granda. El encargado me conocía  por ser cliente desde hacía años.

Después de servirme lo que iba a buscar, le pregunté por un lugar donde pudiera

encontrar tornillos, chapa y la pletina de acero inoxidable que me hacía falta. Este gran hombre, que siempre me atendió muy bien, pues era de los que se esmeraban por sus clientes, me dijo:

-Es muy difícil encontrarlo, pero se me ocurre que lo mejor será que te acerques a un taller que hay detrás de la Central Lechera, Talleres Cuesta, donde trabajan solo en acero inoxidable. 

En efecto, esto me quedaba muy cerca, en el mismo momento cogí el coche y me fui a ese taller. Llegué, les saludé y un señor se acercó y me dijo:

-Hombre, Arsenio ¿cómo tú por aquí? ¿No me conoces?

-No le conozco.

-Yo estuve en tu finca y me invitaste al buen vino que tú mismo haces en tu bodega, y que mucho me gustó. Estuve allí con un cuñado mío que te compró uralitas de unas naves que tú reformaste.

-Sí que le recuerdo. No te conocía, perdona.      

Le conté el problema que tuve para hacer esta obra y con la máxima atención me dijo que lo que me hiciera falta. Aunque era poca cantidad fue lo necesario para que pudiera disponer de un repuesto. Mandó cortar lo que necesitaba y no quiso cobrarme nada. ¡Qué diferencia tan grande hay de unas personas a otras! Es para no creerlo. Desde luego que me fui de allí muy agradecido y contento por haber encontrado esta clase de personas que saben comportarse con sus semejantes como es debido y que desinteresadamente me ayudaron a conseguir algo tan necesario. Tanto se lo agradecí que a los pocos días le visité para regale una gran caja de vino, que bien se la tenía merecida. A mí siempre me gusta corresponder con la buena gente, soy hombre que valoro mucho esas cosas y jamás las olvido. Este gran hombre me agradeció el vino y se quedo muy contento y yo también.

Debo decir en honor a la verdad que me parece normal que no vendan la mitad de una chapa de acero inoxidable, pero lo de los tornillos y las pletinas, que son de seis metros y que las compras enteras, no lo entiendo. No sé por qué han dejado de vender al público pequeñas cantidades. Yo necesitaba 60 tornillos de 4×20 y 80 más de 3×15 milímetros, más dos pletinas, una de 20×5 y otra de 30×5. Esta pequeña cantidad, para ellos, facturaba unas 19.000 pesetas. Comprándoles la chapa completa, aunque para mí me sobraba con la mitad. A mí no me parece tan poca cantidad como para no les valer.

Cuando entraba a las naves, me encontré con un conocido que me dijo.

-¿A dónde vas? Ahora ya no quieren saber nada con los pobres, ya no te sirven más que en cantidades industriales

Lo que sí sé, es que yo iba dejar alrededor de unas 19.000 pesetas y no les valían. Así son las cosas, pero hay que soportarlas. Si estos señores se dieran cuenta del reventón de trabajo que me originaron, creo que les remordería algo la conciencia, si es que la conocen claro. 

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