A mi querida Esposa
18 de Agosto del 2010
Perdóname amor mío, perdóname el que no haya podido escribirte antes. Aunque lo intente varias veces no me fue posible. Me faltan fuerzas hasta para vivir sin tu cariño. Tú bien sabes lo mucho que siempre te quise y tu ausencia es insoportable para mí. Me priva hasta de la memoria, ya no soy aquel valiente hombre que tú tanto apreciabas. Al marchar tú, mi vida quedo destrozada, voy por la vida sin saber a dónde. Como el náufrago que pierde el rumbo y no sabe ni dónde está.
En este día y con las lágrimas que no me dejan en paz, vuelvo a escribir para ti, porque sé que te gustaba mucho. Lo mismo que hice, escribiendo el diario durante los treinta y dos días de tu estancia en aquel hospital, donde te mandaron al otro mundo.
En los tres últimos días de tu estancia en Oviedo, a donde te mandaron a morir aquellos que fallaron ya desde el principio y hasta el final. Al verte con aquella temible inflamación y darme cuenta de tú gravedad y que ya me dejabas solo, me derrumbe, ni siquiera tuve fuerzas para estar cerca de ti en los últimos momentos de tu vida. Ni tampoco pude escribir lo último de tu diario. Aturdido, atormentado por lo que iba ocurrir. Me llevaron a casa, me metí en cama desolado y lleno de terror. Hasta con ganas de ir contigo porque bien sabía lo que me esperaba, caminar por esta vida solo y más triste que la noche y sin que nadie lo pueda remediar. Mi soledad ya no tiene remedio porque me faltas tú.
Pedí a nuestro hijo que escribiera por mí, esos tres fatídicos días que nos arruino la vida de todos, porque ya sin ti nunca será nada igual. Contigo se fue parte de nuestras vidas. Además en ese día, yo perdí las manos otra vez cariño mío, por que las tuyas también eran mías, me ayudaban, me acariciaban con ese amor que siempre me diste y hoy ni tengo ni las tuyas ni las mías. ¿Cómo puedo estar a gusto aquí sin tu cariño?, al verme tan solo, siento como miedo a la vida sin tu compañía y eso es imposible de soportar y nada lo remediara, hasta que me vaya contigo.
Dado que por el día en el hospital estaba a tu lado y muy preocupado, no podía escribir tu diario. Desde el primero al último día madrugaba a las seis de la mañana, para escribir lo ocurrido el día anterior, con la ilusión de mostrártelo el día que volvieras a casa. Pero ya no regresaste. No puedo vivir sin tu cariño, sin tu calor. Llevo grabado en mi mente tu bonito rostro, tu agradable sonrisa, tu silueta, tu blanca y fina piel la que tanto contemple y acaricie y que tan feliz me hiciste. Eres mi cariño, mi esposa, mi gran compañera de la vida y la madre de mis hijos. Lo fuiste todo para mí. Vivía ilusionado, contento de estar a tu lado, de convivir contigo, de amarte y de sentirme amado por ti y hoy mira donde estoy solo, nada me consuela, nada me vale. La pena me invade noche y día y no sé cómo será mi triste vida, ni a donde voy ni para qué. Algunas veces me pregunto si solo vine a este mundo a sufrir de esta forma, pero no encuentro la respuesta. Lo único que puedo hacer es aguantar y que el tiempo diga lo que ha de ser.
Nada puedo hacer, porque a pesar de mi soledad, tenemos tres hijos y cuatro nietinos y muy pronto serán cinco si Dios lo quiere. Porque en el vientre de nuestra hija Mónica hay una nueva vida. Late el corazón de una Niña, que pronto nos acompañara por la vida, para darnos a todos un poco de alegría, la que bien necesitamos. Tengo que seguir con ellos mientras tenga fuerzas, porque es lo que tú querías, ayudarles darles cariño de madre de esposa, de abuela y como siempre una excelente persona.
Aunque sé que jamás te olvidare y que nadie va a llenar el vacío que dejaste en mi vida, por lo menos poder librarme de tanto dolor, porque esta soledad y tristeza es como una tortura que me acompaña noche y día y si no lo puedo combatir, no sé qué será de mí, lo mismo da que pasen los días que meses, sigo igual, atormentado de tanta soledad.
Siempre juntos e inseparables, tu compañía me daba alegría y fuerzas para trabajar para luchar la vida que no fue fácil para mí y que a pesar de haber sufrido tanto. Tengo que decir, aunque sea a los cuatro vientos, que todos esos sufrimientos juntos, son muy inferiores a lo que sufro por tu ausencia. Aunque mi destino quiso ser duro conmigo y me dio varios accidentes y por si todos ellos fueran poco, me quitó hasta las dos manos. Nada es comparable con el perderte a ti cariño mío, el resto tuvo remedio porque lo asumí, lo tuyo no mi amor.
Si primero luche la vida con toda mi energía para no sucumbir por la pérdida de las manos y también para que mis padres y hermanos no sufrieran. Después y como si fueras un ángel del cielo, llegaste tú a mi vida, para terminar de curarme las heridas y acompañarme por la vida con alegría, dinamismo y honradez. Para que con tu amor y tu dedicación a mí, fuera mi salvación. Así de grande fuiste, así de valiente formaste conmigo ese hogar que siempre adoraste y sacándome del sufrimiento y dándome los hijos y nietinos, además de la felicidad que los dos juntos vivimos, los cuarenta y seis años de nuestro feliz matrimonio.
Qué pena, que dolor, que cuando ya retirados y mejor vivíamos en nuestra nueva casa de Candás, la que tu adorabas, te fuiste y sin poder despedirte de nosotros. Te marchaste sin decir nada, como si adivinaras en la inmensa soledad que nos dejabas. Te fuiste con mucha pena, porque amabas a la vida y a los tuyos. Estabas llena de vida, sana y muy grapa, seguro que de no haber sido por esa maldita desgracia, vivirías muchos años mas a nuestro lado y eso sería como un milagro para nosotros.
Has sido todo para nosotros, lo mismo para mí que para nuestros hijos y nietos, que lloran tu ausencia, como toda la familia que jamás te olvidaran.
Fuiste muy valiente, aguantaste varias intervenciones sin decir nada y con la esperanza de salir de allí cuanto antes pero no fue así. Tu vida se fue apagando poco apoco por tanto sufrimiento, hasta que un día te durmieron para intentar arreglar lo que no tenía remedio y ya no despertaste mas. Fallaron la primera vez y todas las que te escarnizaron, no dieron una en el clavo.
Ni siquiera se les ocurrió mandarte para Oviedo al principio, aunque sabían que ya no podían con el grave problema que ellos mismos habían creado y eso no tiene perdón, es demasiado. Por si fueran poco los fallos de la primera intervención, A pesar de haber una alteración apática desde el primer momento, (cosa que nunca nos dijeron) pero que así consta en los informes del contencioso. Se les ocurrió esperar 25 días para hacer la segunda operación. Cometiendo otra mortal equivocación, te dejaron el tubo apático izquierdo sin saturar, no lo vieron ni en la primera ni en la segunda intervención. Por lo que siguió perdiendo el líquido biliar suelto por todo tu abdomen hasta que se presento una fuerte peritonitis ya mortal por necesidad.
Que no podían hacer ellos la segunda operación, cosa prohibida por las normas de la medicina, pues no puede operan por segunda vez el mismo cirujano, ni tampoco en ese hospital, ya que un caso epato biliar de gravedad como este y que ellos mismos crearon, debe mandarse a un hospital especializado que solo esta 30 kilómetros. Fallaron en un montón de cosas y hasta en el juramento Hipocrático que los médicos juran al comienzo de su carrera. Hubo quien dijo: no la mandaron a Oviedo, para que no descubrieran los fallos tan grabes que cometieron.
Primer fallo que no se puede operar un caso como este de mi esposa con laparoscopia, por tener la vesícula en la parte inferior del hígado y no haber buena visibilidad para operar. En estos casos la operación de ve ser abierta.
Que el médico que la opero por primera vez. Cuando la sacan del Quirófano, nos dijo a mi hijo y a mí, literalmente. Hemos tenido un accidente, le cortamos el tubo biliar. Tenía que haber abierto y no lo hice. Pero lo que no sabía este Doctor, es que no le corto el tubo biliar como el nos dijo, sino que al sacar del lecho hepático la vesícula, a tirón le arranco los dos conductos o tubos biliares, quedando la bilis suelta por el abdomen a través de esa fistula sin saturar, y que nunca vieron con las ecografías ni otros aparatos. Por lo que quedo sentenciada a la muerte de mi esposa.
Te cuidamos noche y día, con todo nuestro cariño, no quisimos que sufrieras tu soledad. Norberto y yo pasábamos a tu lado todo el día, hasta las nueve de la noche que llegaba una de nuestras hijas, Ana o Mónica, para cuidarte toda la noche. Muy preocupados por ti, creo que hicimos los tres todo lo que estuvo a nuestro alcance, pero no fue bastante. Posiblemente se nos hayan escapado algunas cosas de las manos y sobre todo por falta de información. No sé en que pudimos fallar o acertar, lo que sí sé, es que ya no hay respuesta y que todo lo ocurrido será como una pesadilla que nos acompañará hasta el fin de nuestras vidas, porque tu recuerdo, tu cariño, está siempre con nosotros.
Con cierta frecuencia me acerco a la tumba donde yace tu cuerpo sin vida, lo que tanto adoré. Limpio y contemplo tu foto, lloro y lloro pero nada cambia mi soledad. Si no voy a verte, lo paso muy mal y si voy, no soporto el pensar dónde estás metida para siempre, sin que pueda sentir tu calor, mirarte, hablarte, contemplarte como siempre lo hice y con todo mi corazón. Así de dura es la vida, así sufrimos por los seres queridos y así de fácil nos vamos de este valle de lágrimas y cuando menos lo pensamos.
Alguien dijo que la vida es como un sueño y los sueños, sueños son. Es cierto, todo es como un sueño, todo se acaba aunque no lo podamos entender.
Sé que me querías mucho, que confiabas en mí para todo. Siempre recordaré con pena las últimas palabras que los dos hablamos solos. Yo permanecía sentado junto a tu cama, triste y pensativo, cuando me dijiste:
Acércate cariño y dame un beso.
Cogiste mi mano, apartaste la mascarilla del oxigeno, nos besamos mientras me decías:
Alegra esa cara, no estés tan triste porque voy a salir de aquí para ir a casa contigo y acompañarte al congreso en la republica checa.
Aunque ya le costaba trabajo respirar, me dijo:
Lo mismo yo que nuestros hijos estamos orgullosos de ti, porque vas por el mundo enseñando y dando ejemplo de una vida de lucha, de trabajo, de arte. Siempre fuiste nuestro protector. Mi madre murió bendiciéndote porque nunca se olvido de lo que la ayudaste a criar a mis hermanos pequeños en aquellos tiempos difíciles y extremos, además de estar solos en aquel pueblo. Llegaste tú para acompañarnos, para que ya nunca más nos sintiéramos solos. Trabajaste hasta casi reventar, pero conseguiste tu meta, levantar nuestra pobre economía y estudiar a los tres hijos.
-Yo, me dijo, también estoy ilusionada como tú de ese viaje porque sé que es lo tuyo, el enseñar, ayudar. Has sabido enfocar tu vida con lucha y arte como debe ser.
-Después de agradecerte esposa mía, tu forma de valorar las cosas, tengo que decirte que todos te recordamos, que el pueblo de Candás, sufrió por ti y también por mi tristeza. Hasta el Sr. Cura D. José Manuel, estuvo conmigo varias veces para consolarme, para darme ánimos para seguir. En una de sus de las entrevistas me dijo: que no debía sufrir tanto, que bien claro se veía que te quería mucho, pero que recordara el privilegio que tuve de vivir contigo, de tenerte conmigo cuarenta y seis años. Que fue una etapa de nuestra vida maravillosa, pero que ya no habrá otra. Eso ya lo sé, que no habrá otra, pero no puedo librarme del sufrimiento. ¿Qué puedo hacer sino llorar por ti y recordar lo mucho que nos quisimos?
Así mismo la gente que me encuentra por la calle, me preguntan: ¿cómo estás Arsenio?, debes de pensar que ya no hay remedio, debes animarte, no te derrumbes porque tienes hijos y nietos que te quieren mucho, vienen a verte todos los domingos y eso es muy importante porque no estás solo.
Hay que decir que la gente hasta en esos detalles se fija. Claro que sí, es lo único que me queda, mis hijos y nietinos y también el resto de la familia que me aprecian y se dan perfecta cuenta de lo mal que lo estoy pasando.
La gente no se olvida de vernos siempre juntos, hasta me acompañabas en mis labores de jardín. Todas las mañanas te acercabas con tu jarrita de leche para apagar mi sed, y darme cariño o ayudarme en lo que podías, hasta que llegaba la hora de cuidar la comida. Te marchabas mirándome con tu alegre carita, con tu sonrisa, con esa nobleza que siempre tuviste para mí. Tú sí que diste clase, tu paso por este mundo ha sido modélico e importante. Has sabido comportarte, has criado una familia con cariño arte y dedicación.
En una mañana que para distraerme visitaba el mercadillo en la plaza conservera de Candás, me encontré con Begoña, la del azabache, la que nos vendió el collar tan bonito que escogí para ti, y que nos lo rebajó a medio precio. Porque dijo, que nos admiraba a los dos, a ti por lo buena que eres y a mí por ser como soy, un hombre valiente y luchador.
Ella misma te lo puso para mostrar lo guapa que estabas con él.
Al verme con traje y corbata negra, y que tú no estabas, dejó su trabajo y salió a saludarme, muy sorprendida me dijo:
Arsenio ¿y tu mujer?
Me quede mirándola sin decir palabra, se acercó, me abrazo y con lágrimas dijo:
¿Qué pasó?
Lo peor Begoña, le expliqué lo ocurrido, y como todos, quiso animarme. Desde luego que me dejo asombrado de su gran inteligencia, de cómo razona las cosas. Al terminar de explicarle, dijo:
Arsenio, tu eres hombre muy fuerte, lo has demostrado a lo largo de tu vida, no puedes derrumbarte, porque te necesitamos, todos te admiramos, presta oírte hablar. Das envidia a la gente, al oírte con qué cariño adoras y lloras a tu esposa. Siempre diste clase al mundo y lo seguirás dando mientras vivas. Hay que ver que tus palabras llegan a uno a lo más profundo, hasta emocionas a las personas al oírte expresarte con esa facilidad, y con ese arte que tu llevaste siempre en la vida. Aunque tú no lo creas te necesitamos porque debemos copiar de tu ejemplar vida, eres único, porque naciste con una inteligencia natural, por eso tienes que seguir, porque eres el mismo de siempre. Tienes que seguir dando esas charlas, tienes que seguir escribiendo, ayudando, y eso es lo suficiente para que te animes y no te destruyas. Tu bendita esposa, así te lo está pidiendo desde donde esté, de eso puedes estar seguro. Tú bien sabes, agrego.
Que caminamos por esta vida sin saber cuándo llegamos a la meta. A tu esposa le tocó siendo muy joven y a los demás cuando llegue la hora, nada podemos hacer.
Es cierto, es una de las pocas cosas que son seguras. En el momento que nacemos, la muerte ya nos acecha para llegar a segarnos la vida cuando menos lo pensamos. Unos primero, otros después, y así todos en cadena; no hay otro remedio.
Me acompañaba Vasi, mi asistenta, que le dijo:
-¡Tiene razón señora debe animarse! y dejar de sufrir tanto porque Dios le pondrá una mujer en su vida para cuidarlo, para animarlo y acompañarlo por la vida, porque se lo merece es muy buena persona.
Cuando al día siguiente volví para dejarle la presentación al Congreso que ella quiso ver, Begoña me dijo entre otras cosas.
-Arsenio, esa señora que tienes en tu casa está enamorada de ti, si como dices es buena, aprovecha y no vivirás tan solo.
Gracias por tu observación Begoña, pero de momento yo no puedo querer a nadie, porque nadie va a cubrir la falta de mi esposa.
-Eso es cierto dijo, pero también es cierto que tú no puedes estar solo y si tienes una mujer en casa y puede ser tu compañera, mucho mejor. Ya que eso te ayudará a vivir sin sufrir tanto y sin olvidarte de lo que tanto quisiste; no puedes estar solo. –Recuerda-, me dijo: que hay personas que no son capaces de recuperarse, no te vaya ocurrir a ti lo mismo. Destrozarías tu vida y la de tus hijos. Recuerda también que ya no tienen madre y tú les haces mucha falta. Estas sufriendo demasiado y eso es peligroso, y una forma de evitarlo podría ser el de una buena compañera. Aunque tú no lo creas, la necesitas porque eres hombre muy sociable y no soportas la soledad, eso está más que claro. Estamos aquí de paso, hay que vivir lo mejor que podamos, no hay otra cosa, porque la vida ya es ella dura, no la hagamos nosotros más. Lo que quiere decir que hay que aprovechar el tiempo apacible porque el de tormenta no podemos con él.
Claro que es como ella lo pinta, pero el problema es librarse de los sentimientos, de lo que supone el perder a la mujer de tu vida, la que fue todo para mí. Desde siempre que los problemas en casa del vecino son menos duros que en la de uno, eso lo será mientras que haya mundo.
Lo mismo mi esposa que yo, bien sabíamos que Begoña nos apreciaba mucho y que siempre nos admiró. Ella misma nos lo decía. Pero lo que no sabíamos es de su gran capacidad. Ella sí que tiene esa inteligencia natural. Es que sorprende de cómo presenta las cosas, de cómo valora la vida de las personas, con una facilidad pasmosa. En una de sus explicaciones dijo que hasta la gente se emociona al oírme hablar. Es cierto eso ya ocurrió más de una vez, a lo que yo no le daba importancia pero esta vez me ocurrió a mí al escucharla. Por eso le dije, Begoña, me has impresionado y voy es escribir algo para ti. Sé que eres una gran artista en tu oficio de artesanía, pero creo de verdad, que lo serías mucho más, si fueras profesora o periodista, seguro que en ese campo serías una eminencia porque no se cansa uno de escuchar tu bonita forma de expresarte. Tú sí que eres digna de aprecio.
Siempre te apreciamos mucho, Begoña, sabíamos que eres muy abierta, muy inteligente, pero no conocíamos esa gran capacidad que tú tienes para todo. Ese don que no se puede comprar, porque sólo lo tienen las personas privilegiadas por la misma naturaleza, como es tu caso. Naciste con ella, que el cielo te conserve así, hasta el final de tu camino. Porque bien te lo mereces y sobre todo que sea muy largo y con ese ánimo, con esa gracia que te acompaña. Y como siempre mi esposa y yo, te deseamos más suerte que la nuestra, que así sea.
Un abrazo de los dos.
Aunque ella está muy lejos, yo te lo doy en su nombre.
Es demasiado la mala suerte que nos acompañó. Creo que los dos merecíamos otra cosa. Como es el permanecer juntos unos años más. Porque después de una lucha llena de obstáculos y duro trabajo, llegó el atardecer de la vida, como es mi caso. Y en lugar de tener descanso y sosiego al lado de mi esposa, la vida me depara sufrimiento y soledad. La que ya no me dejará hasta que el manto de la eterna noche cubra mi mundo, y ya pueda descansar junto a ti. Por lo menos aunque ya no podamos vernos ni sentir el calor uno del otro, estar juntos para siempre, así será.
Hoy día cinco de Octubre del 2010, se cumple el primer año de tu ausencia y de mi triste soledad y nada cambia las cosas. Sigo padeciendo y llorando por ti, cariño mío. En este momento las lágrimas me acompañan como todos los días y no me dejan ver ni las teclas del ordenador. Tengo que parar para seguir cuando pueda.
Como recuerdo y en este día, llevo a tu tumba una placa, en tu memoria. Y como prueba de nuestro cariño hacia ti, la que representará, el recuerdo de todos los tuyos aunque sólo lleva mi nombre.
Así dice la placa
Después de cincuenta años a tu lado,
mi único deseo sería seguir junto a ti.
Tu marido que no te olvida
Todas las mañanas al levantarme lo primero que hago llueva o nieve-es abrir la ventana de nuestra habitación. Y miro hacia la pequeña montaña donde estás. Como queriendo saludarte y hacerte compañía mi amor, ya que otra cosa no puedo hacer por ti.
Todo lo que aquí se describe, ha sido con el sentimiento más profundo de mí ser. Porque te amé siempre y te sigo amando. Por eso fuiste la mujer de mi vida, y por eso te quiero con toda mi alma. Creo que yo debía ocupar el lugar donde tú te encuentras, y tú debías ocupar el mío aquí en la tierra, por todas las razones que hay, y que pueda haber. Por desgracia el destino no lo quiso así, aunque tú lo necesitabas mucho más que yo.
Con este pequeño homenaje, decirte que tu imagen y tu recuerdo siempre está conmigo y que nadie ni nada borrará la pena que siento por ti, cariño mío, hasta siempre.
Tu esposo que mucho te quiere
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