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La vida da muchas vueltas y a medida que transcurre el tiempo vas espabilando, porque sin querer te encuentras por la vida con gente que engaña y traiciona a quien se ponga delante. Aunque ya elaboraba mis piensos para nuestra ganadería, a los cerditos recién destetados les daba un pienso que compraba a una empresa de piensos. El director de esta casa decía apreciarme mucho. Me visitaba con cierta frecuencia y quería hacerme su distribuidor para la zona. Decía que yo era un hombre muy organizado, muy enérgico y que tenía todas las cosas a punto. Que disponía de personal y de almacenes. Él lo pintaba de lo mejor, según él no había quien me igualara en todo el territorio, pero no me convenció. Yo en solitario iba despegando y no tragué.

En una de sus visitas me ofreció una partida de cerdos. Llegó a punto porque precisaba meter una partida de doscientos. Estableció un precio por la calidad del ganado y le compré esa primera partida. A los tres días de llegar comenzaron a morirse. Yo, aunque era ya un poco curandero, no di con la enfermedad que había metido en mi ganadería. Llamé a Don Daciano, el veterinario titular del Ayuntamiento y el que vacunaba los ganados. Llegó, los reconoció y me dijo:

-Arsenio, ¿de dónde vino este ganado? Tienes un grave problema, trajeron una enfermedad, la septicemia hemorrágica porcina. Te va costar caro curarla, aparte de las bajas que tendrás. Debes dar cuenta al proveedor para que te paguen todos los gastos. Si la enfermedad aparece antes de los ocho días es porque la traen. Si fuera más tarde tuya sería la responsabilidad, en este caso es del proveedor. Yo, como veterinario titular, dijo, certifico y lo tienes todo a tu favor.

Llamé al director de esta casa. Le comuniqué lo que había, diciéndole que viniera a verlos y que entre los dos lo pagaríamos, para que no fuera tan costoso a una sola parte. El tipo con todo su rostro, me dijo literalmente que él no tenía nada que ver ni que pagar. Aquel que hasta ese momento decía ser mi amigo y apreciarme mucho, no tuvo la capacidad de reconocer, siendo veterinario y director que la ley estaba de mí parte. Este pollo sólo sabía de leyes a su favor. Le hablé como yo siempre hablaba a la gente, con prudencia y le expliqué su equivocación, pero nada quiso reconocer. Un tremendo error, ya que a él le iba salir caro y a mí también, claro, porque ya se sabe el resultado de los juicio: pagar más de lo que vas a cobrar.

Esperé dos días por si había cambiado de opinión, con el fin de no ir a un juicio, pues yo nunca había tenido ninguno y no me gustaban. Siendo sincero, mi conciencia tampoco permitía emplumárselo todo a la empresa que él representaba. No quiso saber nada. Le dije con claridad:

-Amigo, te equivocas, por la tremenda lo pagas todo. Aunque no me gusta la idea, piénsatelo mejor y no te olvides que vale más una en paz que ciento en guerra. Además te perderás un buen cliente.

-Ya lo tengo bien pensado, ¿vale?

-No, para mí no vale. Pero si tú así lo quieres, que así sea.

Le colgué. Nunca le vi ni supe de él.

Murieron diecisiete cerdos. Sé que en este caso, al no presenciar lo ocurrido, le hubiera podido meter la goma de duro pero yo nunca pude ser de esa forma. Lo sentía mucho, quería arreglarlo, incluso pagaba la mitad de buena gana pero no pude convencerlo. No hay que olvidarse que los juicios son como las guerras. En una guerra no gana nadie, aunque el vencedor sea el más fuerte, también pierde. Por eso motivo yo me disponía a pagar la mitad. Dándome cuenta que de esa forma no perdería tanto.

El Veterinario me decía:

-Tú eres demasiado bueno, no te preocupes tanto por ellos, que ellos no se preocupan por ti. Te veo muy disgustado y no es así. Tú debes pasarles los gastos y nada te debe de molestar.

Nos escuchaba un cliente que vino a por dos cerdos para su casa y al marchar me dijo:

-Arsenio, tiene razón el veterinario, en lugar de preocuparte tanto lo que debes hacer es engordarle el pufo que va a pagar por mala persona. Deberías meterle el doble por lo menos. El no va a venir a controlar tu ganadería.

El veterinario dijo:

-¡Qué va!, este hombre no sirve para esas cosas, pero claro que debería hacérselo por comportarse tan mal con él.

Yo no comprendía aquel director, que parecía tan bueno. ¿Cómo pudo cambiar tanto? Se les pusieron los 17 cerdos más los gastos de medicinas y el pago al veterinario. Todo aquello sumó un total de 86.000 pesetas. Yo tenía que pagar una letra a los 30 días y les dije a los del banco que pagaran esa letra deduciendo las 86.000 pesetas y que la pasaran al notario para ir a juicio. Así lo hicieron, porque era la única forma de que pagaran los gastos. Llegó el día y nos presentamos el veterinario y yo y se ganó el juicio porque todo estaba muy claro. 

 

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