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Mi Historia

Hora y media de bajo de aquel enorme peñón cuando tenía 19 años

En el año 1.953, nos destinaron a levantar la rampla de San Luis de 3ª planta sur Pozo San Mames.  Alfredo Lamuño, mi vecino, como posteador, Marcelino García Cuetos “Lino” del Cepedal San Mames, Cortina de Tiraña y yo como picadores

Esta rampla llevaba mucho tiempo parada por su escasa potencia en carbón, solo tenía de 0,50 a 0,60 centímetros en carbón, el resto tierra y al muro. Esta estrecha capa fue lo que me salvo de morir destrozado por aquel enorme peñón.

Después de cuadrar el tajo, comencé a picar la tierra. Dado lo estrecho que estaba yo picaba como siempre echado de medio lado en el muro.

Esquema de una rampla en la mina de carbón, donde picamos el carbón

Una vista del tajo donde estuve enterrado hora y media con 19 años

Y,  a punto de morir por opresión y asfixiado. Me salve por lo estrecho que estaba

        
 
La tierra que todavía no la había picado, fue la que me salvo de morir, evitando un fuerte golpe por la altura que aumenta al picarla. Si el peñón tardara unos minutos más en caer, me dejaría estrujado en el muro, como una torta y muerto en el acto, por el enorme peso de la roca que me tapo.

Mis hombros pegaban en el techo y en el muro, según figura en el esquema, y eso fue lo que amortiguó el golpe del peñón. Al desprenderse y encontrarse tan cerca de mi cuerpo, este apiló hacia un lado, es decir, bajó y se apoyó en el muro, quedando mi cuerpo debajo de él, pero con una inclinación que evitó  que todo el peso de aquella enorme roca se quedara todo sobre mi cuerpo, lo que hubiera sido más que suficiente como para dejarme totalmente destrozado, ya que su longitud era de 2 metros de largo, por de 1,10 m. Así me lo dijeron mis compañeros en el hospital cuando, ya más tarde, fueron a verme,  porque los primeros 4 días estuve sin conocimiento, ni poder moverme, como si estuviera ya muerto. Solo que respiraba y podía oír a la gente hablar. Por ese motivo, no pude conocer el peñón que casi me manda al otro mundo.

Una de las cosas que mucho me sorprende es: ¿Por qué podía oír y no hablar, ni moverme? Es increíble lo que ocurre algunas veces. Ves la muerte llegar y en lugar de tener miedo, yo sufría por mis padres y hermanos, pensando lo mucho que iban a sufrir. Yo creo que ese sentimiento nace de la buena convivencia familiar, por eso nunca me cansaré de decir, que es muy importante. En mi opinión, sin la familia, es como estar perdido en el desierto, sin saber para qué vives.

Bien claro está mi caso: asumí lo mucho que sufrí con varios accidentes y hasta la pérdida de mis manos, ¡pero no la pérdida de mi esposa, que nunca olvidaré!, porque en su compañía viví, los mejores años de mi vida. Así es de importante el amor de familia.

Toda esta historia me hace pensar que perdí el miedo en aquellos trágicos momentos, cuando ya mis fuerzas se agotaban por el peso, que ya no me dejaba respirar más que a tirones y viendo que todo se teminaría en un momento. Al romper la clavícula, que era la que me ayudaba a soportar mejor el peso, perdí la resistencia. Mi cuerpo se iba hundiendo y la opresión aumentaba a cada momento. Ya no sabía si era mejor quedar dormido, que soportar aquella tremenda angustia. No se sabe lo que una persona es capaz de soportar.

Otro tema que considero importante, por ejemplo, es un caso como el de mi hermano Lúrsito. Había sido operado del corazón. Habían pasado unos años. Una tarde estaba con su nieta en brazos y le dijo a su mujer: “coge la niña que no sé lo que me pasa”. Se la cogió y cayó al suelo en el acto. Estuvo 26 horas en coma. La pregunta que se me ocurre es: Si yo pasé por esa tremenda experiencia, que solo podía oír, ¿podría Lúrsito oírnos las 26 horas que le acompañamos? Solo duró desde las 8 de la tarde, hasta las 10 de la noche del día siguiente.  En el momento de morir, su cuerpo dió unos tremendos movimientos, muy parecidos a los de un motor de camión al arrancarlo, que se mueve con mucha brusquedad. Tres movimientos y se quedó para siempre. Esos temas solo los podrán saber con el tiempo la ciencia y la  medicina, de momento se desconoce si pueden oír o no.

Todos mis compañeros  dijeron: “tuviste mucha suerte por la posición en la que estabas. Con el peso de esa roca, era suficiente como para matar a varios hombres. Nadie de nosotros nos explicamos cómo pudiste resistir tanto tiempo y salvarte, tienes siete vidas, como los gatos. Tuviste la muerte a tu lado varias veces, pero estas aquí para contarlo”. Marcelino dijo: “ bien claro está, que no la debías, porque con muchos menos motivos murieron muchos hombres en la mina.”

Todo esto ocurrió por la negligencia de un vigilante, que no tenía ni idea del peligro de la mina. Después de poner la rampla en un frente y cuando estábamos picando la tercera jugada de avance, mandaron unos picadores más y un vigilante.

Aquel día de mi accidente, a media tarea y cuando ya estaba a punto de cuadrar mi tajo, donde arrancaría con el suyo Aladíno Súarez Llaneza, mi vecino, llegó el vigilante y me dijo: “ Bobia, la gente va a comer el bocadillo, quédate para cuadrar y comenzar a picar la tierra”. Así mismo dijo: “esa jugada está muy estrecha y las chapas son muy anchas, no caben”. El mismo vigilante cogió mi martillo, y en un momento marcó el ancho que le pareció, para que yo siguiera con el resto de la altura de 12 metros.

Le dije: “ el carbón está gruñido  como ceniza, por el tirón de las rocas, eso es un peligro exagerado. Encima hay unos peñones cuarteados enormes, que pueden bajar en cualquier momento”.

-“No se ve ningún peñón”, dijo.

 “Sí que los hay. Coge el hacho y pela ese borde que tiene el techo y los verás, no te olvides que  toda la rampla está hundida. Mira hacia atrás, igual que esos que ves, los hay aquí mismo  encima de nosotros, compruébalo”. No me hizo ni caso. Nadie pudo entender cómo  aquel vigilante mandó tamaña barbaridad. A los tres metros para atrás, donde arrancamos, había peñones en bajo de todos los tamaños y por lo tanto, todo el techo cuarteado del enorme tirón, que sufrió toda la rampla al hundirse.

 La rampla de San Luis, como la de San Gaspar, llevan un techo y un muro de pura roca y cuando lleva un avance como esa, de sabe dios los metros de longitud, que habían sido explotados de allí para atrás, comienza a tronar la roca, mete un ruido que hay que largarse, si da tiempo, porque cundo comienza a soltarse ya no hay remedio, sólo salir corriendo. Así estaba esta rampla.  Era un lugar muy peligroso. Tenía que haber mandado  hacer machones, “llaves” de madera, como se hizo en otras partes. Pero este necio vigilante, ni se enteró del peligro. Lo malo de esto, es que siempre cae el inocente, él se libra.  Encima de mandar un hombre al peligro, si le tocara a él posiblemente actuara de otra forma más segura.

Yo tenía la experiencia de la rampla San Gaspar de tercera, y de otras más, que a pesar de tener  cantidad de machones, iba bajando el techo poco a poco y a los 10 metros del testero, llegó el momento en que ya no se cavía ni tumbado en las chapas, para esporiar el carbón. Cuando llegan a estos extremos, en cualquier momento se hunde toda la rampla.

Una mañana y cuando todos trabajábamos en aquel San Gaspar, 16 picadores y 10 rampleros,  tuvimos que salir a toda prisa para no quedar todos enterrados. Comenzó a meter un ruido al cortarse la roca, como cuando truena. No dio tiempo más que de librarnos la gente, pero allí se quedó todo el material, martillos, mangas y todas las herramientas, así como un “combeyo”. Este es un sistema de chapas, movido por un gran motor, para bajar el carbón, que vale mucho dinero.

Más tarde hubo que ponerse a levantar aquella rampla como la de San Luis, pero con más seguridad. Allí había un vigilante de categoría, José Cuetos “Leto,” de La Caguerna San Mamés, un minero, no “un oveya” como el de San Luis, que no tenía ni idea del peligro de la mina. Para mandar un grupo de gente, sea en la mina o en el exterior, hay que poner a un hombre, no a un gallina. Estos problemas son las consecuencias “de las tortillas que pagaban algunos”  a algún jefe, que con estas y otras artimañas conseguían que los pusieran como vigilantes, sin pensar en el daño que esto podría suponer, por su falta de profesionalidad.

Alfredo Lamuño, Eladio, y Aladino Suárez Llaneza, hermanos, Marcelino García “Lino” del Cepedal y Cortina de Tiraña,  como buenos compañeros que fueron, permanecerán en mi mente mientras que tenga vida, que Dios los tenga en su gloria. Actuaron en mi salvamento. Eladio, librándome de la descarga de alta tensión y los  otros compañeros, que lograron sacarme cuando sepultado debajo de un peñón estuve hora y media, en San Luís de 3ª a 2ª planta, en el pozo San Mamés, en el año 1.953. En todo el tiempo que permanecí enterrado, aunque no podía hablar, ni pedir auxilio, solo respiraba muy forzado oprimido por el peso, pero pude oír lo que mis compañeros comentaban mientras picaban el peñón, para liberarme de aquel terrible peso que, poco a poco, iba destrozando mi cuerpo, por el tremendo peso. Lino era el que picaba y Aladino le dijo: “pica con cuidado, no vaya ser que el martillo llegue a pincharlo”. Cortina dijo: “ ya no se entera. Arsenio está muerto.   ¿no ves que ni se queja, ni dice nada?”. Tampoco podían saber si respiraba,  porque no podían llegar a mi cuerpo. En ese momento Alfredo Lamuño dijo: “ Pobre Arsenio, era un gran trabajador. Tenía una gran afición a la mina y esta lo mató”. Todo lo que ocurría a mi alrededor yo lo podía oír, aunque para ellos ya nada se podía hacer para salvarme, sólo sacar el cadáver de un compañero.

Aunque haya sido hombre duro y soportado tantas adversidades, al escribir este episodio, me paro a considerar lo desgraciada que fue mi juventud y lo mucho que tuve que sufrir.

Aunque todos los compañeros actuaron lo más rápido que pudieron para salvarme. Hay que destacar la actuación de del picador Cortina.

Todos habían ido a comer el bocadillo. Cortina, era de Tiraña, un pueblo del Concejo de Laviana. Este gran compañero, se encontraba en el primer tajo de la rampa por arriba y yo en el segundo, picando en mi tajo más abajo. Entre el punto de Cortina y el mío, no había paso. La mina estaba hundida y el único paso que había se quedó atrancado por el carbón de varios días. Por lo tanto Cortina no podía ir a mi tajo. Solo se dio cuenta de mi accidente, porque no oía el ruido de mi martillo. Me llamó varias veces, pero no le pude contestar, mi estado era tan duro que ya pensé que era mi fin. Cortina, sabía que yo me había quedado para cuadrar mi tarea y al regreso de la gente, entregar el tajo a mi vecino Aladino Suarez. Al pensar en que algo me ocurría, este valiente hombre con un gran peligro se dispuso a pasar por la parte hundida de la mina. Atravesando entre peligrosos peñones que lo podían matar al moverlos para abrirse paso. Aunque le llevó mucho tiempo, logró llegar a mi tajo donde pudo verme debajo del terrible peñón. Me llamó: ¡Bobia! ¡Arsenio!, ¡no me oyes!. Asustado y pensando que ya era cadáver, fue a buscar al resto de los compañeros que estaban lejos, en un anchurón que había junto al contrataqué de 3ª, a los que les dijo: “ Bobia está muerto seguramente, porque ni se le oye respirar. Está debajo de un enorme peñón y no hay quien lo mueva por su gran longitud, aparte de que ya lleva mucho tiempo con tanto peso, pues yo tardé en darme cuenta de lo que ocurría”, les dijo. Además estaba trancado por el carbón y tuve que pasar por los minados. Me llevó mucho tiempo hacerme paso.    

Sólo quedamos Cortina y yo, el resto ya murieron. Alfredo Lamuño, Eladio Suarez Llaneza y su  hermano Aladino, Marcelino García Cuetos, “Lino” ya no están para contarlo. Siempre que nos encontrábamos recordábamos nuestras peripecias en la mina.

Tengo el honor de decir que todos estos hombres, fueron a cual más trabajador y buenas personas.  Gente de pueblo con toda seriedad,  dedicados al duro trabajo y a su familia con arte y dinamismo. Padres de familia.

Alfredo Lamuño de La Bobia y yo  trabajamos juntos en varios lugares. Él como picador y yo como su ayudante, un gran hombre y buen compañero, murió de mayor y seguro que por consecuencias de la silicosis. Los dos quedamos trancados en una peligrosa mina, donde el gas a punto estuvo de matarnos.

Aladino Suarez Llaneza, padecía de una fuerte silicosis, como casi todos los mineros, pero no estaba como para morir, todavía trabajaba en las labores de sus fincas y vivía con normalidad, dentro de lo que supone padecer esta terrible enfermedad. La muerte lo sorprendió precisamente en una de sus fincas, La Raposa, su preferida, por estar situada en la montaña. Allí tenía una buena cabaña provista de lo necesario para dormir y cocinar. Consideraba ese lugar para recrease y tomar buenos aires de montaña. Tiempo atrás había hecho un comentario a la familia, de esos que surgen en la vida y sin pensar en morirse claro. Les dijo que cuando le llegara la hora le gustaría que fuera en el prado de La Raposa. Aquello se iba a cumplir. Un día, ya cercano a la Navidad, aunque estaba nevado, fue hasta ese prado a buscar el árbol de Navidad. Allí, sin más, se quedó para la eternidad. Cuando la familia vio que se retrasaba fueron a buscarlo y se encontraron con su cuerpo sin vida. Allí le sorprendió la muerte sin darse cuenta, aunque haya sido como él mismo pidió.

Fue un buen minero, aunque solo trabajamos unos días en la misma rampla. Los dos éramos picadores de carbón. Por eso le tocó intervenir, junto con otros compañeros, en mi salvamento, cuando me quedé enterrado en la mina.

Eladio Suarez Llaneza, lo mismo que su hermano Aladino, fueron muy buenos vecinos y unos trabajadores de marca. Por ser vecinos de toda la vida nos vimos casi nacer y crecer, juntos por aquel pueblo de montaña, en La Bobia. Lo mismo uno que el otro tuvieron mala suerte porque murieron muy jóvenes. Aladino de la silicosis y a Eladio no sé qué le pudo pasar, solo con unos días como si fuera una gripe y se lo llevó. Este hombre había sufrido la pérdida de una hija muy joven y eso fue un trauma muy malo para toda su familia. Todos los vecinos lo sentimos mucho, porque en estos pueblos siempre hubo una convivencia muy amistosa y muy unida para todo. 

Siento la pérdida de estos hombres de corazón, lo siento por ellos y por su familia, que siempre estuvo muy unida a la nuestra. Con frecuencia recuerdo a sus padres, Bernardo Suárez y Josefa Llaneza, dos personas muy apreciadas, buenas y nobles. Trabajadores y buenos padres, y vecinos de toda la vida. Bernardo Suárez, para los vecinos, Bernaldo el de Josefa, murió en accidente de trabajo en la mina, cuando sus seis hijos eran muy pequeñitos. La mayoría de los hombres de nuestro pueblo, murieron en accidentes de mina o por la maldita silicosis, así discurrió la vida de los mineros, entre el duro trabajo, accidentes y las peripecias de la post guerra. 

Allí, delante de la casa de Josefa y Bernardo, pasamos parte de nuestra juventud. Había un cobertizo, donde tenían el carro para bajar la hierba de los prados de alta montaña y los aperos de labranza. Por estar bien ventilado y con hueco suficiente, nos servía para cobijarnos de la lluvia y del calor y para estar de tertulia. La casa de esta familia está situada en un lugar estratégico, con vistas a casi todo el valle. Este lugar y el Xerru de la Muezca de La Bobia, siempre fueron los lugares preferidos por todos nosotros para tomar el sol y pasar el tiempo de la invernada cuando no se podía trabajar en el campo.

Un cordial saludo para todos 

Arsenio Fernández

 

Como una pequeña prueba más, de lo mucho que trabajé y sufrí, describo lo que ocurrió una tarde en mi habitación. Cuando su Excelencia el General Don. Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado Español, le ingresaron en el piso tercero de la Clínica Nacional del Trabajo, donde le operaron de alguna cosa muy leve, porque estuvo muy poco tiempo. Desconozco el motivo de su ingreso, nosotros estábamos en el cuarto piso. Como era normal en aquel tiempo, por motivos de seguridad, nadie sabía a dónde iba el Jefe del Estado, ni para qué. Solo después de regresar lo publicaban, pero yo en ese tiempo no me enteraba de nada de lo que ocurría el exterior de la Clínica. No leía los periódicos ni hablaba con nadie más que lo necesario. Solo vivía para mi trabajo, obsesionado por liberarme de tanto dolo. Hay que darse cuenta de lo que supone el que tengan que cebarte como a un bebé, y viendo cómo te ponen la cuchar delante de ti, esperando a darte otra. Es en esos duros instantes cuando más te atormentas, pensando si algún día podrás salir de aquella pesadilla tandura como triste, para poder defenderte.

Aquella Clínica, era de las mejores que había en el país. Todavía no existía la Clínica de la Paz ni otras que ya hay por distintas partes de nuestra geografía. Un gran equipo de médicos, entre ellos estaba, su yerno Dr. Martínez  Bordiú, Cuando terminaron todo el equipo que había atendido al Caudillo, se desplazaron a mi habitación.

Eran las cinco de la tarde cuando entraron en la habitación. La  sorpresa fue grande ya que  nunca hacían las visitas por las tardes. Siempre las hicieron por las mañanas. Sorprendido me levanté, solté el pañuelo que mordía sobre mi brazo derecho y como un sambenito sudando les miré sin decir palabra. Todos miraban también sorprendidos. No se creían lo que estaban viendo. Lo mismo el niño que yo estábamos, como siempre, trabajando a tope. Mi pierna derecha estaba apoyada en el larguero de mi cama, yo sentado en una silla, con el codo de mi brazo derecho apoyado en mi rodilla, el pañuelo en la boca, mientras que el Niño tiraba por mi cúbito y radio, aguantando las gotas de sudor que bajaban por mi cara producidas por el fuerte dolor que sentía por el caballar esfuerzo que le dábamos a mis brazos lesionados, anquilosados por la amputación y con tanto dolor. El Director D. Francisco y los médicos, Doctor Ladreda, Doctor Villazón, Doctor Martínez Bordiú, La Monja Jefa, y la enfermera jefa, formaban aquel grupo. El Director, como los demás, se dio cuenta del tremendo esfuerzo que se hacía. Me dijo:

-¿Cómo trabajas tanto, Arsenio? Es demasiado no hace falta tanto esfuerzo, sufrirás menos. Estas cosas son de mucho tiempo ¿Por qué tienes tanta prisa?

No se me ocurrió otra cosa más que decirle lo que él mismo me había dicho al ingresar:

-D. Francisco, usted ha dicho que estamos como en las minas: a tarea, y que cuando primero lo consiga el trabajar, primero iré a casa. Son muchas las ganas que tengo de saber a dónde puedo legar con mi rehabilitación y, lo que puedo conseguir.

-Cierto que te lo dije, hombre, pero ¿tantas ganas tienes de irte? ¿Es que no estás bien?

-Sí que estoy muy bien, señor. Nunca me cansaré de darles las gracias pero me necesitan en mi casa, allá están padeciendo mi ausencia. Cuando regrese lo pasarán mejor, mis padres no han vuelto a verme desde que salí de allí. Yo también tengo muchas ganas de verles.

-Te comprendo, tienes mucha razón, trabaja un poco más despacio que tú luego te pondrás las prótesis y las manejarás como es debido. Eres hombre de arranque, la pérdida de tus manos no serán obstáculo para abrirte camino y hacer una vida normal. Los hombres como tú siempre lo consiguen con más facilidad. Con tu arte y tu afición serás muy bueno para dar clases a tus compañeros. A mí pueden decirme que no pueden realizar un ejercicio, a ti no te lo podrán decir porque con tu habilidad les demostrarás que tú si lo haces. Ahí está la gran diferencia. Serás un buen profesor y les demostrarás cómo se trabaja.

El Director se acercó y me dijo: veo que eres hombre de mucha memoria, recuerdas hasta las cosas que os dije al ingresar y eso es muy bueno porque demuestra tu afición a recuperarte y con esa rapidez que tú trabajas.

Así es señor, le escuché con mucha atención por las buenas explicaciones que nos dio. Nunca olvidaré, aquellas bonitas palabras que me dijo: que saldría de aquí hecho un hombre. Le aseguro que esas frases fueron y serán para mi muy importantes, me animaron muchísimo y por eso confío en usted. Trabajo con esa ilusión que usted mismo creo en mi mente, porque creo en poder llegar adonde usted dijo que llegaría, por eso no paro de trabajar, y también porque donde hay un buen maestro debe haber un buen alumno.

-Muchas gracias Arsenio, por tu valoración y el buen conocimiento de las cosas.

El Director desde siempre me tuvo como el modelo de la casa. Con aquella sorpresa y viendo cómo trabajaba y lo que sufría por mis padres, sirvió para acabar de subirme lo mucho que ya él valoraba mi forma de ser. Aunque todos guardaron silencio mientras que estuvieron allí, solo habló el Director. Al marchar me felicitaron muy atentos y sin ocultar la gran sorpresa que se habían llevado por ver aquella escena de luchar por algo tan importante, y que serviría para  valorarme con aprecio y con cariño como siempre lo hicieron. 

A los pocos días, estábamos en rehabilitación. Llegó el Director y al observar que algunos no se molestaban ni ponían arte, les echó una regañina por lo poco que adelantan, diciéndoles que eran muy vagos. Literalmente les dijo, que daba pena ver alguno lo poco que hacía por su rehabilitación.

-¡No ponéis ningún  interés! Solo me queda el remedio de poner a Arsenio a daros clases. No  podréis decirle que no se puede hacer. Creo que será un buen remedio para que adelantéis un poco más

Me quedé de piedra. Estaba muy nervioso. No me atrevía con aquello. Se acercó y me dijo:

-Tienes que ser firme con ellos, tú sabes que lo mismo que trabajas tú el resto lo puede hacer. Así que manos a la obra, ya verás cómo les pones a todos a punto.

A pesar de que todos sabían mi forma de trabajar y que toda la dirección lo consideraba importante, vi que les causó sorpresa, por eso, los primeros días los pasé mal. Lo mío nunca fue dar clases, sino trabajar. En este tiempo ya me había dado cuenta del progreso que día a día se iba notando. Por eso bien sabía que era posible pero muy duro. 

A mi querida Esposa

18 de Agosto del 2010

Perdóname amor mío, perdóname el que no haya podido escribirte antes. Aunque lo intente varias veces no me fue posible. Me faltan fuerzas hasta para vivir sin tu cariño. Tú bien sabes lo mucho que siempre te quise y tu ausencia es insoportable para mí. Me priva hasta de la memoria, ya no soy aquel valiente hombre que tú tanto apreciabas. Al marchar tú, mi vida quedo destrozada, voy por la vida sin saber a dónde. Como el náufrago que pierde el rumbo y no sabe ni dónde está.

En este día y con las lágrimas que no me dejan en paz, vuelvo a escribir para ti, porque sé que te gustaba mucho. Lo mismo que hice, escribiendo el diario durante los treinta y dos días de tu estancia en aquel hospital, donde te mandaron al otro mundo.

En los tres últimos días de tu estancia en Oviedo, a donde te mandaron a morir aquellos que fallaron ya desde el principio y hasta el final. Al verte con aquella temible inflamación y darme cuenta de tú gravedad y que ya me dejabas solo, me derrumbe, ni siquiera tuve fuerzas para estar cerca de ti en los últimos momentos de tu vida. Ni tampoco pude escribir lo último de tu diario. Aturdido, atormentado por lo que iba ocurrir. Me llevaron a casa, me metí en cama desolado y lleno de terror. Hasta con ganas de ir contigo porque bien sabía lo que me esperaba, caminar por esta vida solo y más triste que la noche y sin que nadie lo pueda remediar. Mi soledad ya no tiene remedio porque me faltas tú.

Pedí a nuestro hijo que escribiera por mí, esos tres fatídicos días que nos arruino la vida de todos, porque ya sin ti nunca será nada igual. Contigo se fue parte de nuestras vidas. Además en ese día, yo perdí las manos otra vez cariño mío, por que las tuyas también eran mías, me ayudaban, me acariciaban con ese amor que siempre me diste y hoy ni tengo ni las tuyas ni las mías. ¿Cómo puedo estar a gusto aquí sin tu cariño?, al verme tan solo, siento como miedo a la vida sin tu compañía y eso es imposible de soportar y nada lo remediara, hasta que me vaya contigo.

Dado que por el día en el hospital estaba a tu lado y muy preocupado, no podía escribir tu diario. Desde el primero al último día madrugaba a las seis de la mañana, para escribir lo ocurrido el día anterior, con la ilusión de mostrártelo el día que volvieras a casa. Pero ya no regresaste. No puedo vivir sin tu cariño, sin tu calor. Llevo grabado en mi mente tu bonito rostro, tu agradable sonrisa, tu silueta, tu blanca y fina piel la que tanto contemple y acaricie y que tan feliz me hiciste. Eres mi cariño, mi esposa, mi gran compañera de la vida y la madre de mis hijos. Lo fuiste todo para mí. Vivía ilusionado, contento de estar a tu lado, de convivir contigo, de amarte y de sentirme amado por ti y hoy mira donde estoy solo, nada me consuela, nada me vale. La pena me invade noche y día y no sé cómo será mi triste vida, ni a donde voy ni para qué. Algunas veces me pregunto si solo vine a este mundo a sufrir de esta forma, pero no encuentro la respuesta. Lo único que puedo hacer es aguantar y que el tiempo diga lo que ha de ser.

Nada puedo hacer, porque a pesar de mi soledad, tenemos tres hijos y cuatro nietinos y muy pronto serán cinco si Dios lo quiere. Porque en el vientre de nuestra hija Mónica hay una nueva vida. Late el corazón de una Niña, que pronto nos acompañara por la vida, para darnos a todos un poco de alegría, la que bien necesitamos. Tengo que seguir con ellos mientras tenga fuerzas, porque es lo que tú querías, ayudarles darles cariño de madre de esposa, de abuela y como siempre una excelente persona.

 Aunque sé que jamás te olvidare y que nadie va a llenar el vacío que dejaste en mi vida, por lo menos poder librarme de tanto dolor, porque esta soledad y tristeza es como una tortura que me acompaña noche y día y si no lo puedo combatir, no sé qué será de mí, lo mismo da que pasen los días que meses, sigo igual, atormentado de tanta soledad. 

Siempre juntos e inseparables, tu compañía me daba alegría y fuerzas para trabajar para luchar la vida que no fue fácil para mí y que a pesar de haber sufrido tanto. Tengo que decir, aunque sea a los cuatro vientos, que todos esos sufrimientos juntos, son muy inferiores a lo que sufro por tu ausencia. Aunque mi destino quiso ser duro conmigo y me dio varios accidentes y por si todos ellos fueran poco, me quitó hasta las dos manos. Nada es comparable con el perderte a ti cariño mío, el resto tuvo remedio porque lo asumí, lo tuyo no mi amor.

Si primero luche la vida con toda mi energía para no sucumbir por la pérdida de las manos y también para que mis padres y hermanos no sufrieran. Después y como si fueras un ángel del cielo, llegaste tú a mi vida, para terminar de curarme las heridas y acompañarme por la vida con alegría, dinamismo y honradez. Para que con tu amor y tu dedicación a mí, fuera mi salvación. Así de grande fuiste, así de valiente formaste conmigo ese hogar que siempre adoraste y sacándome del sufrimiento y dándome los hijos y nietinos, además de la felicidad que los dos juntos vivimos, los cuarenta y seis años de nuestro feliz matrimonio.

Qué pena, que dolor, que cuando ya retirados y mejor vivíamos en nuestra nueva casa de Candás, la que tu adorabas, te fuiste y sin poder despedirte de nosotros. Te marchaste sin decir nada, como si adivinaras en la inmensa soledad que nos dejabas. Te fuiste con mucha pena, porque amabas a la vida y a los tuyos. Estabas llena de vida, sana y muy grapa, seguro que de no haber sido por esa maldita desgracia, vivirías muchos años mas a nuestro lado y eso sería como un milagro para nosotros.

Has sido todo para nosotros, lo mismo para mí que para nuestros hijos y nietos, que lloran tu ausencia, como toda la familia que jamás te olvidaran.

Fuiste muy valiente, aguantaste varias intervenciones sin decir nada y con la esperanza de salir de allí cuanto antes pero no fue así. Tu vida se fue apagando poco apoco por tanto sufrimiento, hasta que un día te durmieron para intentar arreglar lo que no tenía remedio y ya no despertaste mas. Fallaron la primera vez y todas las que te escarnizaron, no dieron una en el clavo.

Ni siquiera se les ocurrió mandarte para Oviedo al principio, aunque sabían que ya no podían con el grave problema que ellos mismos habían creado y eso no tiene perdón, es demasiado. Por si fueran poco los fallos de la primera intervención, A pesar de haber una alteración apática desde el primer momento, (cosa que nunca nos dijeron) pero que así consta en los informes del contencioso. Se les ocurrió esperar  25 días para hacer la segunda operación. Cometiendo otra mortal equivocación, te dejaron el tubo apático izquierdo sin saturar, no lo vieron ni en la primera ni en la segunda intervención. Por lo que siguió perdiendo el líquido biliar suelto por todo tu abdomen hasta que se presento una fuerte peritonitis ya mortal por necesidad.

Que no podían hacer ellos la segunda operación, cosa prohibida por las normas de la medicina, pues no puede operan por segunda vez el mismo cirujano, ni tampoco en ese hospital, ya que un caso epato biliar de gravedad como este y que ellos mismos crearon, debe mandarse a un hospital especializado que solo esta 30 kilómetros. Fallaron en un montón de cosas y hasta en el juramento Hipocrático que los médicos juran al comienzo de su carrera. Hubo quien dijo: no la mandaron a Oviedo, para que no descubrieran los fallos tan grabes que cometieron.

Primer fallo que no se puede operar un caso como este de mi esposa con laparoscopia, por tener la vesícula en la parte inferior del hígado y no haber buena visibilidad para operar. En estos casos la operación de ve ser abierta.

Que el médico que la opero por primera vez. Cuando la sacan del Quirófano, nos dijo a mi hijo y a mí, literalmente. Hemos tenido un accidente, le cortamos el tubo biliar. Tenía que haber abierto y no lo hice. Pero lo que no sabía este Doctor, es que no le corto el tubo biliar como el nos dijo, sino que al sacar del lecho hepático la vesícula, a tirón le arranco los dos conductos o tubos biliares, quedando la bilis suelta por el abdomen a través de esa fistula sin saturar, y que nunca vieron con las ecografías ni otros aparatos. Por lo que quedo sentenciada a la muerte de mi esposa.

Te cuidamos noche y día, con todo nuestro cariño, no quisimos que sufrieras tu soledad. Norberto y yo pasábamos a tu lado todo el día, hasta las nueve de la noche que llegaba una de nuestras hijas, Ana o Mónica, para cuidarte toda la noche. Muy preocupados por ti, creo que hicimos los tres todo lo que estuvo a nuestro alcance, pero no fue bastante. Posiblemente se nos hayan escapado algunas cosas de las manos y sobre todo por falta de información. No sé en que pudimos fallar o acertar, lo que sí sé, es que ya no hay respuesta y que todo lo ocurrido será como una pesadilla que nos acompañará hasta el fin de nuestras vidas, porque tu recuerdo, tu cariño, está siempre con nosotros.   

Con cierta frecuencia me acerco a la tumba donde yace tu cuerpo sin vida, lo que tanto adoré. Limpio y contemplo tu foto, lloro y lloro pero nada cambia mi soledad. Si no voy a verte, lo paso muy mal y si voy, no soporto el pensar dónde estás metida para siempre, sin que pueda sentir tu calor, mirarte, hablarte, contemplarte como siempre lo hice y con todo mi corazón. Así de dura es la vida, así sufrimos por los seres queridos y así de fácil nos vamos de este valle de lágrimas y cuando menos lo pensamos.

 Alguien dijo que la vida es como un sueño y los sueños, sueños son. Es cierto, todo es como un sueño, todo se acaba aunque no lo podamos entender. 

Sé que me querías  mucho, que confiabas en mí para todo. Siempre recordaré con pena las últimas palabras que los dos hablamos solos. Yo permanecía sentado junto a tu cama, triste y pensativo, cuando me dijiste:

Acércate cariño y dame un beso.

Cogiste mi mano, apartaste la mascarilla del oxigeno, nos besamos mientras me decías:

Alegra esa cara, no estés tan triste porque voy a salir de aquí para ir a casa contigo y acompañarte al congreso en la republica checa.

Aunque ya le costaba trabajo respirar, me dijo:

Lo mismo yo que nuestros hijos estamos orgullosos de ti, porque vas por el mundo enseñando y dando ejemplo de una vida de lucha, de trabajo, de arte. Siempre fuiste nuestro protector. Mi madre murió bendiciéndote porque nunca se olvido de lo que la ayudaste a criar a mis hermanos pequeños en aquellos tiempos difíciles y extremos, además de estar solos en aquel pueblo. Llegaste tú para acompañarnos, para que ya nunca más nos sintiéramos solos. Trabajaste hasta casi reventar, pero conseguiste tu  meta, levantar nuestra pobre economía y estudiar a los tres hijos.

-Yo, me dijo, también estoy ilusionada como tú de ese viaje porque sé que es lo tuyo, el enseñar, ayudar. Has sabido enfocar tu vida con lucha y arte como debe ser. 

-Después de agradecerte esposa mía, tu forma de valorar las cosas, tengo que decirte que todos te recordamos, que el pueblo de Candás, sufrió por ti y también por mi tristeza. Hasta el Sr. Cura D. José Manuel, estuvo conmigo varias veces para consolarme, para darme ánimos para seguir. En una de sus de las entrevistas me dijo: que no debía sufrir tanto, que bien claro se veía que te quería mucho, pero que recordara el privilegio que tuve de vivir contigo, de tenerte conmigo cuarenta y seis años. Que fue una etapa de nuestra vida maravillosa, pero que ya no habrá otra. Eso ya lo sé, que no habrá otra, pero no puedo librarme del sufrimiento. ¿Qué puedo hacer sino llorar por ti y recordar lo mucho que nos quisimos?

Así mismo la gente que me encuentra por la calle, me preguntan: ¿cómo estás Arsenio?, debes de pensar que ya no hay remedio, debes animarte, no te derrumbes porque tienes hijos y nietos que te quieren mucho, vienen a verte todos los domingos y eso es muy importante porque no estás solo. 

Hay que decir que la gente hasta en esos detalles se fija. Claro que sí, es lo único que me queda, mis hijos y nietinos y también el resto de la familia que me aprecian y se dan perfecta cuenta de lo mal que lo estoy pasando. 

La gente no se olvida de vernos siempre juntos, hasta me acompañabas en mis labores de jardín. Todas las mañanas te acercabas con tu jarrita de leche para apagar mi sed, y darme cariño o ayudarme en lo que podías, hasta que llegaba la hora de cuidar la comida. Te marchabas mirándome con tu alegre carita, con tu sonrisa, con esa nobleza que siempre tuviste para mí. Tú sí que diste clase, tu paso por este mundo ha sido modélico e importante. Has sabido comportarte, has criado una familia con cariño arte y dedicación.

En una mañana que para distraerme visitaba el mercadillo en la plaza conservera de Candás, me encontré con Begoña, la del azabache, la que nos vendió el collar tan bonito que escogí para ti, y que nos lo rebajó a medio precio. Porque dijo, que nos admiraba a los dos, a ti por lo buena que eres y a mí por ser como soy, un hombre valiente y luchador.

 Ella misma te lo puso para mostrar lo guapa que estabas con él.

Al verme con traje y corbata negra, y que tú no estabas, dejó su trabajo y salió a saludarme, muy sorprendida me dijo: 

Arsenio ¿y tu mujer? 

Me quede mirándola sin decir palabra, se acercó, me abrazo y con lágrimas dijo:

¿Qué pasó?

Lo peor Begoña, le expliqué lo ocurrido, y como todos, quiso animarme. Desde luego que me dejo asombrado de su gran inteligencia, de cómo razona las cosas. Al terminar de explicarle, dijo:

Arsenio, tu eres hombre muy fuerte, lo has demostrado a lo largo de tu vida, no puedes derrumbarte, porque te necesitamos, todos te admiramos, presta oírte hablar. Das envidia a la gente, al oírte con qué cariño adoras y lloras a tu esposa. Siempre diste clase al mundo y lo seguirás dando mientras vivas. Hay que ver que tus palabras llegan a uno a lo más profundo, hasta emocionas a las personas al oírte  expresarte con esa facilidad, y con ese arte que tu llevaste siempre en la vida. Aunque tú no lo creas te necesitamos porque debemos copiar de tu ejemplar vida, eres único, porque naciste con una inteligencia natural, por eso tienes que seguir, porque eres el mismo de siempre. Tienes que seguir dando esas charlas, tienes que seguir escribiendo, ayudando, y eso es lo suficiente para que te animes y no te destruyas. Tu bendita esposa, así te lo está pidiendo desde donde esté, de eso puedes estar seguro. Tú bien sabes, agrego.

Que caminamos por esta vida sin saber cuándo llegamos a la meta. A tu esposa le tocó siendo muy joven y a los demás cuando llegue la hora, nada podemos hacer.

Es cierto, es una de las pocas cosas que son seguras. En el momento que nacemos, la muerte ya nos acecha para llegar a segarnos la vida cuando menos lo pensamos. Unos primero, otros después, y así todos en cadena; no hay otro remedio. 

Me acompañaba Vasi, mi asistenta, que le dijo:

-¡Tiene razón señora debe animarse! y dejar de sufrir tanto porque Dios le pondrá una mujer en su vida para cuidarlo, para animarlo y acompañarlo por la vida, porque se lo merece es muy buena persona.

Cuando al día siguiente volví para dejarle la presentación al Congreso que ella quiso ver, Begoña  me dijo entre otras cosas.

-Arsenio, esa señora que tienes en tu casa está enamorada de ti, si como dices es buena, aprovecha y no vivirás tan solo.

Gracias por tu observación Begoña, pero de momento yo no puedo querer a nadie, porque nadie va a cubrir la falta de mi esposa.

-Eso es cierto dijo, pero también es cierto que tú no puedes estar solo y si tienes una mujer en casa y puede ser tu compañera, mucho mejor. Ya que eso te ayudará a vivir sin sufrir tanto y sin olvidarte de lo que tanto quisiste; no puedes estar solo. –Recuerda-, me dijo: que hay personas que no son capaces de recuperarse, no te vaya ocurrir a ti lo mismo. Destrozarías tu vida y la de tus hijos. Recuerda también que ya no tienen madre y tú les haces mucha falta. Estas sufriendo demasiado y eso es peligroso, y una forma de evitarlo podría ser el de una buena compañera. Aunque tú no lo creas, la necesitas porque eres hombre muy sociable y no soportas la soledad, eso está más que claro. Estamos aquí de paso, hay que vivir lo mejor que podamos, no hay otra cosa, porque la vida ya es ella dura, no la hagamos nosotros más. Lo que quiere decir que hay que aprovechar el tiempo apacible porque el de  tormenta no podemos con él.

Claro que es como ella lo pinta, pero el problema es librarse de los sentimientos, de lo que supone el perder a la mujer de tu vida, la que fue todo para mí. Desde siempre que los problemas en casa del vecino son menos duros que en la de uno, eso lo será mientras que haya mundo.

Lo mismo mi esposa que yo, bien sabíamos que Begoña nos apreciaba mucho y que siempre nos admiró. Ella misma nos lo decía. Pero lo que no sabíamos es de su gran capacidad. Ella sí que tiene esa inteligencia natural. Es que sorprende de cómo presenta las cosas, de cómo valora la vida de las personas, con una facilidad pasmosa. En una de sus explicaciones dijo que hasta la gente se emociona al oírme hablar. Es cierto eso ya ocurrió más de una vez, a lo que yo no le daba importancia pero esta vez me ocurrió a mí al escucharla. Por eso le dije, Begoña, me has impresionado y voy es escribir algo para ti. Sé que eres una gran artista en tu oficio de artesanía, pero creo de verdad, que lo serías mucho más, si fueras profesora o periodista, seguro que en ese campo serías una eminencia porque no se cansa uno de escuchar tu bonita forma de expresarte.  Tú sí que eres digna de aprecio.

Siempre te apreciamos mucho, Begoña, sabíamos que eres muy abierta, muy inteligente, pero no conocíamos esa gran capacidad que tú tienes para todo. Ese don que no se puede comprar, porque sólo lo tienen las personas privilegiadas por la misma naturaleza, como es tu caso. Naciste con ella,  que el cielo te conserve así, hasta el final de tu camino. Porque bien te lo  mereces y sobre todo que sea muy largo y con ese ánimo, con esa gracia que te acompaña. Y como siempre mi esposa y yo, te deseamos  más suerte que la nuestra, que así sea.

Un abrazo de los dos.

 Aunque ella está muy lejos, yo te lo doy en su nombre. 

Es demasiado la mala suerte que nos acompañó. Creo que los dos merecíamos otra cosa. Como es el permanecer juntos unos años más. Porque después de una lucha llena de obstáculos y duro trabajo, llegó el atardecer de la vida, como es mi caso. Y en lugar de tener descanso y sosiego al lado de mi esposa, la vida me depara sufrimiento y soledad. La que ya no me dejará hasta que el manto de la eterna noche cubra mi mundo, y ya pueda descansar junto a ti. Por lo menos aunque ya no podamos vernos ni sentir el calor uno del otro, estar juntos para siempre, así será.   

Hoy día cinco de Octubre del 2010, se cumple el primer año de tu ausencia y de mi  triste soledad y nada cambia las cosas. Sigo padeciendo y llorando por ti, cariño mío. En este momento las lágrimas  me acompañan como todos los días y no me dejan ver ni las teclas del ordenador. Tengo que parar para seguir cuando pueda.

Como recuerdo y en este día, llevo a tu tumba una placa, en tu memoria. Y como prueba de nuestro cariño hacia ti, la que representará, el recuerdo de todos los tuyos aunque sólo lleva mi nombre.  

Así dice la placa

Después de cincuenta años a tu lado,

mi único deseo sería seguir junto a ti.

Tu marido que no te olvida

Todas las mañanas al levantarme lo primero que hago llueva o nieve-es abrir la ventana de nuestra habitación. Y miro hacia la pequeña montaña donde estás. Como queriendo saludarte y hacerte compañía mi amor, ya que otra cosa no puedo hacer por ti.  

Todo lo que aquí se describe, ha sido con el sentimiento más profundo de mí ser. Porque te amé siempre y te sigo amando. Por eso fuiste la mujer de mi vida, y por eso te quiero con toda mi alma. Creo que yo debía ocupar el lugar donde tú te encuentras, y tú debías ocupar el mío aquí en la tierra, por todas las razones que hay, y que pueda haber. Por desgracia el destino no lo quiso así,  aunque tú lo necesitabas mucho más que yo.

Con este pequeño homenaje, decirte que tu imagen y tu recuerdo siempre está conmigo y que nadie ni nada borrará la pena que siento por ti, cariño mío, hasta siempre.

Tu esposo que mucho te quiere

 

Me gusta recordar y escribir en bable porque era como hablábamos en aquellos tiempos de mi juventud.

Cuando una tarde tornaba a casa dempués de trabayar nes oficines del Grupu mineru al que yo pertenecía, atopé nel encruz de caminus d’El Rebollón con Modesta, la de Pachín, del pueblín El Meru, Sanamies. Una gran muyer d’aquellus tiempus, bien planta, muy trabayaora, bona persona y amiga de la mio madre de tola vida, porque yerin vecinis. El su home, Pachín, tamién yera un bon paisanu y bon trabayaor. Amás, nesta familia yeren carreterus como nós, baxaben unus cuantus carrus de yerba de lus praus d’altu monte. Ellus, de lus praus de lis Yanis y nusotrus del Praón que yera’el más altu de tous, taba al llau mesmu de la campa La Sereal, a unus 900 m. d’altitú. Lis dos families compartimus munches peripecies colus carrus tan cargaus y per aquellus caminus tan malus, que, amás de bien arrimaus, tenín munchu barru y con esu les vaques esnidiabin y coyín munchu mieu, por eso delles vecis remontábinse, toes asustaes y berrando como lloquis, que casi nos metín mieu. Nun había más remediu que quitales de tirar del carru y dir buscar al pueblu otra pareya de vaquis pa tirar por aquel cargamentu tan pesáu.

Hay que ver lo intelixentes de lis vaquis que conocin el pelligru tan grande que había, tenin mieu a cacayer y quedase debaxo del carru, por eso esberriavin.

Siempre qu’había problemis nos trabayus nos ayudábimus unus a otrus y por eso había muncha amistá con esta bona familia y con otris más, anque nun fueren del nuesu pueblu. Yera tan grande l’enfotu ente la xente que nun se cerraben nin lis puertis de lis casis, munches vecis nin de nueche nin de día.

Cuando facía mal tiempu y nun podía trabayase nel campu, dempués d’atender el ganáu y de faer los llabores de la casa, la xente axuntábase pela tarde, siempre nel mesmu llugar del pueblu, al pie de la casa d’un vecín, debaxo d’un tendeyón, sotechaos de les fuertes agües. Ellí falábase de too, cuntándose cosis de lus trabayus, de lis vaquis y tamién d’hestories antigües qu’emprestaba enforma oyilis.

Hai que dicir que, naquellus tiempus, la xente de los pueblus yera d’otra manera. Nun sé cómo yera la xente de les ciudaes, porque nun la conocía, pero los de pueblu yéramus bien trabayaoris tous y amigus de ayudar unus a otrus, había bona convivencia. Hoy la xente pasa de too y ve a unu tiráu na cuneta y sigue el so camín ensin ayudar, tou ye bien distintu. Si volvieren a la vida lus paisanus y paisanes d’entos, nun creerín lo que camudaron lus tiempus y la xente tamién, pero tou pa peor.

– Hola Arsenio, díxome Modesta, ¿qué tal te va? te veo perbién, tas bien guapu de traxe y corbata. Mira tú como son lis cosis, quién nus diba dicir que te diba dir tamién. Vives como un rei, trabayes de too y yá tienes un negociu d’almacén de vino. Tan nuevu como yes y tan entamador. Allégrome enforma porque lo merecis tou y más pa con ellu. Yá me dixerun tamién que vas casate con esa moza de carabeo, y allégrome enforma porque yes bien formal y yá tas bien preparáu. El trabayar ente esa xente de la oficina valte de munchu. Anque tu yes de los llistos, tous dixin qu’espabilasti enforma y ye verdá. Nótase namás vierte. ¡Mírate, paeces otru! La rapacina que cortexes ye bien nueva, tienes que mirar munchu por ella porque ye bien bona y nun tien padre. Faéis una pareya bien guapa. Pa ella va ser bien bonu que la faigas la to muyer porque bien merez un home como tu, que la enseñarás porque yá sabes bien lo atrasaus que tamus y tu yá vives otra manera y con una sabiduría que bona falta fainos a tous. Esa neña va ser una bona esposa y bona madre porque tu sabes de too y esu ye bien bonu pa lus dos.

– ¡Redios!, siguió diciendo, dalgunus van tirase de lus pelus. Nun te quiserun polo de lis manis y yes  hoy meyor que otrus que lis tienin. Esu nun creas que dígolo yo sola, disinlu tolus que te conocin, porque yes tan trabayaor como’l to padre que, amás, ye bien bona persona y tu yes pintáu a él en tou, asina que tous disin lo mesmo, qu’esa neña va tener suerte contigo, porque va salir de lo pueblerina que ye como lo yeres tu antes de mancate. Mira lo que te valió’l tar pemda  baxu, ente xente prepara, nun paeces el mesmu que yeres, paeces hasta más guapu, como si te fixeren de nuevu, ye increíble lo que camudasti.

– Yo soi’l mesmu de siempre, lo que cabio ye’l traxe que visti meyor que lo que teníamos antis, ropa fea y vieya porque nun había otra cosa. Amás de lo flacus que tábimus por la fame que pasamus.

-Ye verdá qu’antes paecíamos más feos con aquellis tracis que teníamus, nun faíamus más que trabayar tul día, nin siquier teníamus agua pa llavanus bien, andábamus puercus como diablus. L’agua qu’había por tolus valles del monte y a esgaya, lleváronla lis minis que cortarun lus manantialis y dexarun a lus pueblus en sin agua. Anque la Duro Felguera púnxonus más tarde una fonte, yera pocu pa tol pueblu y cola seca del branu había qu’esperar cola munchis vecis pa coyer l’agua. Y pa llavar la ropa había que dir al regueru de La Cerezal, a más de dos kilómetrus. Demasiao lejus p’acarretar aquellis maniegis de ropa de toa una familia. Hasta l’agua qu’antes yera de baldre nus faltába.

– Eso ye verdá, pasámuslo bien mal tous, yá ves como vistu yo, con ropa de trabayu como siempre, anque güei yá podemos comer munchu meyor, pero tenemus que trabayar demasiáu inda.

Arsenio, ye verda lo que disin per ende, que el utru rapaz que se manco de’l mismu dia que tú, nun punxio arte y que nun ye a facer na con lus aparatus y, que se enborracha y nun quier trabayar na. Y que en cima quixio que lus dos morieris a la vez, tirando bus al tren. Al tren, que se tire él y que te dexie a ti empaz. Tú nun tienis na que ver con el, fais muncha falta aquí. Mira lo contentus que están tos padres después de lo que sufrierun al vete sin lis maninis. Salisti llistu comu un rayu y llevasti la allegria a to la familia, paez increíble lo mucho que pasastis tous lus de la casa y nusotrus tamien.Tous lus de estus pueblus lloramus por ti, tan xioven y tan guenu comu salisti, comu nun dibimus a llorate ome.

La xiente dixin que porque nun fexio como tú que estudis y trabayis meyor que da’l gunus con lis manis. Asi que nun te extrañe, tienis a la siente asusta de lo bonu que salisti

Modesta, nun me gusta que la xiente diga esis cosis del utru rapaz. Bastante mal lo está pasando. Nun tienin derechu a criticallu porque nunsabin lo que ye el vese sin lis manis. Nun pudo con tantu dolor, y por eso quixio morer. Tous nun tenemus lis fuercis suficientis pa esis cosis tan gravis. En llugar de hablai mal, deverian dayus pena, sabe dios lo que ellus facerian si pasarin per esis cosis tan duris. El ome nun fue pacon ellu, hay que perdonallu.

– Munches gracies Modesta, yá sé que nus aprecia enforma y que siempre tuvimus bien xuníos les dos families. ¡Hasta la próxima, adiós!

–Adiós home, hasta otru día. Prestóme enforma falar contigo porque tous nun lo faen como tú, enfílense y nun quieren trabayar. Que sigas con muncha suerte porque bien la merecis dempués d’aguantar tantu pa llegar onde tas. Pa ser trabayaores hai qu’enseñar a los neños dende bien pequenos, porque pa dalgunus inda ye pocu. Los meyores son los que nacen con eses ganes de trabayar. 

Es normal que la gente dude del gran servicio que suponen estas prótesis, que a simple vista nada tiene que ver con unas manos, pero que hacen su trabajo con una facilidad asombrosa. Todo el mundo duda de ellas y hasta de quien les habla asegurando de que es cierto. Eso ocurre todavía hoy después de tantos años. Lo que para mí es tan simple como importante, porque me resolvieron el problema y forman parte de mi propia existencia, ya que son mis manos, sin ellas no podría hacer nada ni siquiera comer. Por eso vemos una vez más que las apariencias engañan. Hay que ver para creer. Esta frase la ha repetido mucha gente después de verme trabajar. Hasta hubo alguno que dijo:

—Esto solo lo hace Arsenio, que es excepcional, siempre fue artista, si me pasara a mí lo que a él, no levanto cabeza nunca más, porque yo con manos no puedo hacer lo que hace él sin ellas.

No hay aquí nada excepcional, solo unos simples aparatos que hay que saber manejar. Todo sale de las ganas de trabajar y de querer superar un duro bache que ocurrió en mi vida, y que a mí me toca superar.

 

                                                                             

                                                        Alejandro el Niño de Bustio y yo en la Clínca de Madrid

¡Cómo para convencerles! Y sobre todo a mi regreso, que aun tenía poca experiencia, y por si eso fuera poco, las prótesis eran muy simples, débiles y muy feas, sin base para poner gomas porque eran muy delgadas, por lo que las cosas se caían antes de poder sujetarlas. Era imposible el trabajar, hasta que diseñe y fabrique las que solucionaron mi grave problema. Fue una obra de largo tiempo, de muchas pruebas y de investigar varios modelos. Al principio todo eran problemas. Cuando no fallaba por una causa, era por otra y encima al tiempo invertido se sumaba el precio de los materiales. Muy alto para la baja economía que había, además de mi poca experiencia en plena juventud.

Increíble pero cierto, los talleres no me ayudaron ni pagando

Fue una odisea desesperante, porque no encontraba solución a mí problema. Ni pagando a los talleres me ayudaron hacer aquellas pruebas que eran fundamentales para comprobar el sistema que mejor funcionara, entre los 7 esquemas que hice. Todos decían que era imposible el sacar algo que valiera y que dejara de romperme la cabeza porque nunca conseguiría nada.

Unos por desconocer ese tema tan difícil y otros por mucho trabajo, nadie quiso trabajar en mi proyecto. Algunos ni me atendieron para que les explicara lo que yo sabía que se podía hacer. Ya había hecho siete proyectos distintos para ir probando y entre ellos alguno tenía que funcionar, porque al final así fue. Mucho trabajo, mucha amargura porque me encontraba solo en este proyecto, y sin ayuda de nadie. Lo pase fatal para conseguir lo que tan necesario era para resolver el problema de mi vida, como es el no poder ni comer y con solo 20 años, aturdido de tanto sufrir y sin saber adonde iba llegar con todo aquel inmenso trtabajo que yo desconocía, ya que mi oficio siempre había sido de minero y no sabia nada de trabajos de mecánica y mucho menos de soldar.

Bien claro queda que el que no tiene pan ya ceno. Ni pidiéndoles pòr fabor además de pagarles, me ayudaron, así ocurrio y así lo hay que decir. Por esas cosas y muchas más hay por el mundo gente abandonada y sin recursos, pasándo hambre y mil necesidades que se podrían resolver.

Después de todo lo ocurrido, algunas veces no hay mal que por bien no venga. Aquel serio problema, valió para que me decidiera a aprender a soldar y hacer trabajos de taller en mi casa. Compre un grupo de soldar con la eléctrica y un soplete para soldar con la autógena y calentar algunas piezas para trabajarlas con más facilidad. Con mucha pacienmcia hasta que consegui mi meta, el popder fabricar en mi casa, lo que serian mis nuebas manos de acero, para poder trabajar y no depender de nadie y sentirme libre como los demás hombres. La libertad están necasaria como la propia vida, hasta los animalitos la necesiotan.

Esta dura historia nos demuestra que con lucha y mucho trabajo se pueden conseguir grandes cosas, si no te das por vencido y te quedas tirado en la cuneta.