Get Adobe Flash player

Calendario

diciembre 2024
L M X J V S D
 1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031  

Historial

Temas

Mis inventos

El día que sacaron fotografías a mis máquinas

En una ocasión llamé a Justo Arienza, el fotógrafo de Blimea, para hacer unas fotos de mis máquinas. Era un gran profesional, muy trabajador y una excelente persona, apreciado por todos en nuestro valle. Vino con su hijo, de unos veinte años. Después de saludarnos Arienza me dijo:

— Arsenio, cuando entramos a tu finca y te vi, me acordé de tu accidente y de lo mal que lo pasaste y le dije a mi hijo “este hombre es de acero, mucho aguantó, y mira donde está. Yo tuve que sacarle su polla para orinar, fue la única que cogí en mi vida”. Luchaste mucho pero hoy estás en un pabellón muy alto. Los que conocimos tu situación casi no lo podemos creer. Saliste adelante, hay que ser valiente, decía mirando a su hijo, mira estas máquinas que le fotografiamos. Él mismo las inventó y él mismo las hace, no se puede creer si no lo ves. Fíjate hijo, le dijo, como será  este hombre de luchador, que hasta las manos que lleva él las inventó y las fabrica aquí en su casa. Es casi imposible creer que en estas condiciones sea capaz de hacer estas máquinas. Cuando las personas que sabemos cómo fue tu accidente comentamos tu caso, los que no te conocen, no lo pueden creer. Les parece imposible que te hayas podido recuperar y sobre todo que puedas trabajar con esos aparatos que, además, son metálicos y deben pesar mucho. Tienes a la gente asustada de lo mucho que trabajas. Eres mundial, dijo.

Habían pasado más de cuarenta y cuatro años y no se había olvidado del sufrimiento que vio en mí cuando me tuvo que ayudar, así me lo dijo.

—No hay palabras suficientes para describir tu fuerza de voluntad, amigo, dijo él al despedirnos.

Había sido panadero en su juventud, y me ayudó cuando subía con su mulo y sus maniegas a los pueblos del valle San Mamés a servir el pan. Caminando por aquellos caminos llenos de barro y estrechos por donde las maniegas no cabían. Precisamente los mismos caminos por donde yo paseaba lleno de amargura y sufrimiento y agobiado por mi situación, esperando encontrarme con un vecino que me ayudara para poder orinar. Todavía no había luz, ni teléfono, ni carretera por algunos pueblos, aunque sí en el nuestro.