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   Rehabilitación en la Clínica Madrid

En aquella buena clínica había cantidad de hombres con distintas incapacidades. Los había de columna, parapléjicos, tetrapléjicos, alguno sin piernas y sin manos. En ese tiempo y según los datos del Director, había en el país 21 hombres sin manos. Hasta había uno sin narices y sin ojos, se llamaba Paco, era del África Tetuán.

Paco fue un compañero en la Clínica al que le faltan la nariz y los ojos. Una bomba de las de la guerra perdida en el campo, le dejó así cuando era muy joven. Siempre vivió en Tetuán de donde era natural. Aunque ya hacía unos cuantos años de su accidente, tenía problemas con los injertos, y venia con al alguna frecuencia para ser operado, creo que por quinta o sexta vez. Tocaba muy bien el acordeón. Lo hacía en la terraza donde pasaban mucho tiempo con la mayoría de los compañeros que escuchaban música y tomando el aire de Madrid. Pero yo, siempre a lo mío, lo primero para mí era el trabajo de cada día, que iba ser decisivo para toda mi vida. Es en este primer tiempo cuando había que aplicarse, trabajar y aprender. Si no hubiera sido así, mi vida habría cambiado totalmente. Sería hombre al agua, la pereza y el miedo a no poder con ello, junto con los dolores, dejó fuera de combate a muchos hombres para el resto de su vida. Si al principio no lo haces, ya nunca lo harás.

Tuve la gran suerte de acogerlo con afición al no echarme atrás y dejarlo. Si no le das  importancia a lo que esto supone, el tiempo va pasando y te adaptas a las circunstancias. Te disculpas a ti mismo diciendo que no puedes, que es muy fuerte, y ya nunca te recuperas. Es ahí donde firmas tu sentencia. Sin darte cuenta te quedas atrás, vencido por el miedo la pereza o vagancia y lo sentirás para el resto de tus días. Como decían los antiguos: “si tienes que coger al perro por las orejas no le mires para el rabo”. Ciertamente, es muy complicado, por muchas veces que se diga no se puede demostrar ni comprender lo duro y triste que resulta trabajar todo el día envuelto en dolores y sin saber ciertamente a dónde vas a llegar. Hasta el punto de que algunas veces la desesperación es más fuerte que uno y es cuando la hay que combatir con energía y sin pérdida de tiempo.

Hay veces que reniegas de todo, hasta piensas que es imposible continuar, conseguir lo que tan duro resulta. Pero luego reflexionas y piensas que si el Director dice que es cierto, que trabajando podré defenderme yo solo y hasta realizar diversos trabajos necesarios para la supervivencia, será porque lo sabe y porque es cierto. ¿Cómo va decir lo que no es? 

Pensando y analizando las cosas llegas a la conclusión de que hay que tener fe en los demás, que hay que creerles y luchar. Con estos y otros razonamientos pensé en seguir explorando para saber a dónde podía llegar. Haría todo lo que pudiese y si lo lograse un día podría ser libre y defenderme. Con esta lucha interior y lleno de dudas me decidí a seguir adelante. Ya no pensé más que en eso. Llegué a soportar y a dominar mi pesada carga. Hoy  estoy satisfecho del duro camino que a atravesé. De haberme quedado sumido en la pereza y el sufrimiento, mi vida sería totalmente diferente. Las secuelas de ese fallo que pude haber tenido, pudieron ser incalculables. Después de recorrer todo este trayecto y de reflexionar me pregunto: “¿Qué sería de mí sin esta lucha y me hubiera quedado? La respuesta es clara y contundente, mi vida sería un valle de lágrimas. No podría trabajar, no podría defenderme y mi economía seguiría mísera y pobre. Mi persona sería totalmente distinta, sumido en la tristeza y en la doble pobreza: pobreza de mi cerebro y en mi economía, porque nunca podría haber despegado sin el trabajo y la habilidad para planificarlo. Seguro que estaría atolondrado por no poder defenderme. Nunca levantaría cabeza, una vida destrozada, mientras que hoy me siento tranquilo, sereno y seguro de mí mismo, porque acerté, porque trabajé y cumplí y pude saber ser un hombre normal  como los demás. Así es la diferencia de escoger un camino u otro. No hay quien lo mueva, el pasado ya es historia nadie le podrá dar la vuelta, ni podrá enderezar al que caminó por el sendero equivocado. De no poder manejar los aparatos nada más que para comer, el problema sería triste y desolador, un desastre de persona, perdida en el abismo.  

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