Triste recuerdo del Sr. Magallares. Nunca se olvida de esos 25 años que dice, y con mucha razón, le quemaron de su vida, por no saber que existían las prótesis que hoy lleva y que le alegraron la vida, sacándole de aquel sufrimiento, al no tener nada con que defenderse. Es demasiado lo que sufrió, tan largo tiempo. Lástima fue el no conocernos antes.
La vida algunas veces es muy injusta. Todo esto me hace recordar a esos niños y mayores que hay por el mundo también sin manos y que sufren como el Sr. Magallares, por no conocer las prótesis, ni tener quien les ayude. Siento pena porque estas prótesis podrían ser la solución de tantas personas que lo están pasando fatal, sin poder defenderse y hasta pasando hambre, en muchos casos.
Tanta riqueza, tantos millones como hay en manos de algunos humanos y no se preocupan de ayudar a sus semejantes. Yo, que he sido toda mi vida un trabajador, siempre ayudé con lo que pude. Unas veces con mecanismos y distintas piezas de mis prótesis y otras con ayuda a través de mi literatura en el blog.
En aquellos tiempos de joven y después de recuperarme de aquel terrible trauma que sufrí, y dándome cuenta de lo mucho que se sufre al verse sin las dos manos, ya empecé ayudar a la gente desinteresadamente. Contento de hacerlo para liberar a las personas de tanto dolor. Hay que valorar lo que supone el verse en una situación como esa y no tener ayuda.
Desgraciadamente, todos no tenemos la misma capacidad de recuperación. Dado que yo tuve la gran suerte de conseguir recuperarme, pensé que era mi deber el ayudar y enseñar, de lo que me siento muy agradecido, al contemplar que las personas vuelven a sentirse útiles y regresan a la normalidad. Eso ya justifica que es necesario el seguir ayudando, lo que haré mientras viva, porque llevo ese recuerdo en lo más profundo de miíser y no puedo pensar de otra forma.
Está muy claro que hay gente que nace con ese sentimiento de colaborar y de ayudar a la gente, y a mí me pasa lo mismo. Además de ser así desde niño, es posible que al sufrir ese trauma de la pérdida de las manos, se haya agudizado en mí ese sentido de colaborar y de ayudar.
No sería normal que después de pasar lo que pasé, me olvidara de los que sufren y necesitan ayuda. Sabiendo que mis prótesis pueden ser el remedio para liberar a algunas personas de ese tremendo trauma, al verse sin manos. ¿Cómo podría yo dormir si una persona me pide ayuda y no se la doy? Imposible de soportar. Así son las cosas y así las hay que decir.
Por eso recibo como recompensa de mis trabajos, un montón de correos, llenos de emoción y agradecimiento. Hasta hay personas que al leer y conocer mí historia, se emocionan y lloran.
Por ejemplo, el domingo pasado, día 4 de Diciembre, fui al mercado de Mieres, a recoger unos kilos de avellanes que una Señora y su marido de Grado, trajeron por encargo. Me saludaron con mucho afecto y me dijeron que habían leído en mi blog lo mucho que luché y sufrí. El marido dijo: “Arsenio, en casa hubo lágrimas al leer tu historia.”
-“Sí que llore de emoción” dijo la señora, “es una historia dura pero real, y mucho más, después de conocerle. Vive y trabaja con una naturalidad que impresiona, además de lo importante de su ayuda a otras personas que sufren”
Todas esas ovaciones y valoraciones, aunque sean algunas veces excesivas, me aportan alegría y me dan fuerzas para seguir ayudando. También hacen un poco más apacible la soledad que ciento, por la falta de mi esposa, porque su recuerdo siempre está conmigo. Mientras escribo y publico esos artículos que ayudan a las personas, me ayudan a mí también. Por eso hay un proverbio que dice, haz bien y no mires a quien.
En este mundo hay opiniones de todo tipo. Esta mañana cuando leía el periódico, sentado en uno de los bancos del paseo marítimo, me dijo un Sr. “¿Qué, Arsenio, todavía sigues trabajando?”
“Algo hay que hacer, es muy bueno para pasar el tiempo.”
“Yo prefiero pasar el tiempo sin hacer nada. Ya trabajé bastante. ¿Todavía te parece poco lo que trabajaste en tu dura vida?” me dijo. “Déjalo ya, cada uno que se las arregle como lo has hecho tú. ¿ porqué te molestas tanto?”.
“Lo siento, yo pienso de otra forma. Aunque tú no lo veas así, todos tenemos la obligación moral de ayudarnos los unos a los otros. Dices eso porque para ti la vida fue normal. No sabes lo que es el sufrir una desgracia de esa envergadura.”
Si hay una persona que no puede defenderse y yo la puedo ayudar, ¿cómo la voy a dejar abandonada, si se trata de un caso extremo, como es el de no tener manos?
Además hay un tema que está muy claro: todos necesitamos unos de otros, y eso ocurrirá mientras haya mundo.
“Te pongo un gran ejemplo: te invito a leer los comentarios del Sr. Magallares. Verás que el cambio en su vida ha sido total. Se encuentra como un niño de contento con su nueva prótesis. Y no solo cambió para él, que tanto lo necesitaba, también para su esposa y sus padres, que sufrían las consecuencias de ese trauma familiar. Supongo que después de conocer la alegría de esta familia, ya pensarás que es necesaria la ayuda ¿no? Pues casos como éste hay muchos más, por desgracia; a algunos de los cuales yo pude ayudar, y eso es para mí una de las cosas más importantes en la vida: ser útil para mí y para los demás.”
Para terminar aquella conversación que nada me gustó, por su fría forma de valorar las cosas le dije: “yo creo que debes meditar un poco más, sobre esas cosas tan serias. Es posible que si tuvieras un hijo en esas condiciones, pensaras de otra forma”.
Un cordial saludo
Arsenio Fernández
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