Como siempre después de un reportaje en T.V. recibo Llamadas por teléfono o cartas. Una de ellas fue de un individuo que había sufrió una amputación traumática de las dos manos y que a pesar de llevar unos aparatos que le dio la seguridad social no se podía manejar con ellos. Así me lo dijo en su carta, pidiéndome que por favor le hiciera unos como los míos.
Le llame por teléfono. Hable con el hijo y con su madre, les dije que le haría unos a su medida pero que tendría que pasar aquí tres semanas o un mes, lo que tardaría en construirlos. Le daríamos cama y comida, y sin cobrarle la estancia ni los aparatos. Por tratarse de una familia muy pobre. Les dije que podía venir cuando quisiera. El chaval dijo que de momento no podía porque tenía un asunto pendiente, pero no me dijo el motivo. Solo voy a explicar una cosa superficialmente, no quiero molestar a nadie. Solo trato de comentar cosas que se le presentan a uno en la vida y que por muy bien que hagas las cosas, no todas salen como uno quisiera.
Pasaron unos tres meses. En este tiempo me llamaban con mucha frecuencia. Unas veces la madre y algunas el hijo. La madre una señora mayor me llamaba a cualquier hora. Un domingo a las 11 de la noche cuando regresábamos a casa nos llamo al teléfono. Como es natural la atendía mi esposa, yo no podía por ir conduciendo. Le pidió que me pusiera con ella al teléfono. Mi esposa le decía que no podía que estaba castigado y era peligroso.
Tan pesada era que a través de sus conversaciones me di cuenta de que había cosas que no encajaban. Aquella señora se cogió por costumbre llamarme unas cuatro veces por semana, como si no tuviera más que hacer, y contándome cosas muy raras de su familia. Entre otras muchas cosas, que tenia (nueve hijos y todos separados).
El hijo cuando ya iba a venir me dijo que traería a un hermano para no aburrirse solo. Tendríamos que meter encasa a dos personas. Menos mal que me di cuenta y se me ocurrió pedir un informe. Fui a un servicio oficial y les mostré la carta, además de contarles las dudas que yo tenía al respecto. Aquel gran señor me atendió de lo mejor. Pasaron 15 días y me llamó para decirme que tenía noticias importantes. En efecto, llegué a su despacho y después de saludarme muy atento me dijo:
– Arsenio ni se te ocurra meter en tu casa a esa gente, tú no te mereces esto. El informe es pésimo, hay de todo, es un desastre. No vaya ocurrir que después de hacer bien y gastarte dinero por ayudar, lo vayas a pasar mal. Menos mal que se te ocurrió pedir el informe, de no ser así, pudiste tener serios problemas.
Dimos por cerrado el tema. Nada pude hacer. Me hubiera gustado ayudar a aquella persona pero las circunstancias no lo permitieron. Quizás ni me hubiera hecho falta hacerle unos nuevos aparatos. Después de verle y estudiarlo, hasta podría ser posible enseñarle a manejar los que él tenía. Ya que el no iba a trabajar con ellos, como es mi caso. Aquel chico solo los usaría para come y poco más. Era mi deber el ayudarle lo mejor posible, pero no pudo ser. Las cosas algunas veces no salen como uno quisiera, ¡qué vamos a hacer! Yo mismo lo sentí mucho, pero las circunstancias lo impidieron. Las charlas de aquella señora y la forma de ser de aquella familia me pusieron en guardia. Decía mi abuela que nunca falta Dios a los suyos, algunas veces ocurre así.
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