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Las diferencias son más que notables. Hace unos años tuve que ir a Tauste Zaragoza, a buscar dos verracos de importación para mi ganadería. Llegamos a las once de la noche. Me acompañaba el conductor de la camioneta para traer el ganado. A la entrada de la capital preguntamos por una pensión para dormir. Un señor nos dijo.

-En ese piso enfrente hay una señora que alquilaba camas. Aparcamos el vehículo y tocamos el timbre. La señora muy atenta nos dijo que subiéramos. Al llegar al piso la vimos que iba corriendo para encerrarse en una habitación, ya que de detrás de ella corría el marido que quería pegarle porque estaba borracho. La señora que seguro ya estaría acostumbrada, se metió en una habitación. El marido siguió de largo a buscarla por otra zona. La señora salió de su escondrijo riéndose y diciendo, no se asusten, esta borracho pero no me pilla, Luego se duerme y no molesta hasta que se volviera a emborrachar otra vez. Es buena persona solo lo hace si se emborracha.

La señora tenía suerte porque el pasillo del piso era en redondo y por eso el marido no se enteraba donde se escondía. Aunque eran señores muy mayores, ella era muy a vil y seguro que más inteligente que su marido.

A continuación nos llevó a una habitación y ya no sentimos más las carreras. Supusimos que el borracho se había dormido y la pobre señora ya estaría tranquila. A pesar de sus muchos años, era muy elegante, vestía muy bien y era muy educada y con mucha gracia. Por la mañana al pagarle la pensión le pregunté:

-¿Cómo fue todo? ¿Bien?

-Sí, hijo como no me encontró se quedó dormido.

Le dimos las gracias por su buena atención y nos despedimos deseándole mucha suerte y paciencia para seguir con sus carreritas.

A continuación nos dirigimos a una oficina a pagar los dos animales. Nos dieron la salida y fuimos a Tauste a recogerlos. Después de cargar el ganado, ya para marchar, se me rompió el cable de mi mano derecha. Como no tenía repuesto pregunté por un garaje de bicicletas.

El empleado de la ganadería dijo que en la misma carretera por donde saldríamos y en el centro del pueblo muy cerca veríamos el taller.

Nos atendió un niño de unos quince años. Le expliqué el motivo de la visita y llamó a su abuela, una señora mayor.

La señora muy atenta mando al niño que colocara el cable en mi mano. Era muy fácil, solo había que aflojar dos tornillos, colocarlo y apretar los tornillos para que funcionara de nuevo.

-¿Cuánto le debo señora? le pregunté.

-Nada hombre, nada. ¡Por Dios! ¿Cómo se lo voy a cobrar si no cuesta casi nada?

-Lo que cueste mujer, usted antes lo tuvo que pagar.

Quise darle una propina al niño y ella no lo permitió dijo: que eso no tenía ninguna importancia, que lo importante era que me sirviera bien. Nos despedimos y continuamos viaje, pensando lo atenta y agradable que fue la buena señora, y en las diferencias tan grandes de una personas a otras.

En un pueblo de León me habían pedido por un cable como ése 250 pesetas, cuando a mí solo me costaban a 25 pesetas. Anteriormente, en Cantabria me habían pedido 200 por cada uno. Esta señora no lo cobró y además lo colocó en mis prótesis. Esta es la diferencia que hay de unas personas a otras. Desde aquella fecha me quedé con ganas de visitarla para llevarle unos pasteles, poder saludarla de nuevo y decirle que siempre la recordaré como una gran persona y con mucho afecto, por su buena forma de ser. Aunque va pasando el tiempo sigo pensado en ir por allí. No he olvidado el lugar donde vive ni el sitio de su taller al otro lado de la carretera frente a su misma casa.

Estos cables duran bastante cuando no se trabaja, como es normal con los esfuerzos y tirones en el trabajo las roturas son más frecuentes. Hace más de 60 años que compro en partidas de cincuenta cables y siempre tuve suficiente repuesto, pero aunque llevo de repuesto cuando viajo, en aquel tiempo no tenía coche y alguna vez se me olvidaban.

Aunque pocas las veces rompieron fuera de casa, por la sencilla razón que antes de romper se deshilan y me avisan con el pinchazo que algunas veces dan.

Solo tres veces me fallarlo un cable fuera de casa. Después de tener coche nunca más faltaron porque siempre los llevo en él.

Toda la vida desde mi accidente compre los cables en el mismo lugar, en Bicicletas Pinzales de Gijón. Precisamente hace muy poco tiempo les visité para comprar 50 cables. Esta casa fue fundada en 1924, así me lo dijo uno de la cadena familiar que la regenta. Primero el abuelo, más tarde el hijo y en la actualidad el nieto. Aquel día me encontré con el padre, que aunque ya retirado algunas veces va de visita. Hacía años que no nos veíamos y allí charlamos de tiempos pasados. Estos señores siempre fueron muy buena gente, siempre me han dado un buen precio y me han atendido con mucha atención y molestándose por ayudarme. En ese tiempo el nieto intentó buscar unos tensores que habían desaparecido del mercado hacía años.

Siento mucho que cerró aquella buena tienda donde tenían repuestos de casi todo. Estaba situada en un lugar privilegiado, en la avenida de la Constitución Gijón, casi al empezar esa calle.

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