Recuerdo a muchos de los paisanos de aquellos tiempos y sobre todo a los vecinos, Aurelio y Barista su esposa. Eran muy buenas personas y muy generosos. Cuando me encontraba una mañana llindando las vacas en un prado a lado de su casa, me llamó Barista, para darme manzanas, me acerqué y mientras que cogíamos las manzanas, por allí correteaban unos gatitos pequeños, le dije:
-Nos hace falta un gato para mi casa. No sabemos qué le paso a una gata que teníamos que desapareció, es posible que la comiera la raposa que todas las noches deambula por el pueblo donde caza las gallinas o gatos.
Barrista con mucha gracia y con la amabilidad que siempre tuvo dijo:
-Estos no te los doy, son agostiegos y los gatos de agosto son malos.
Un poco sorprendido le dije:
-Yo también seré malo porque nací el uno de ese mes.
-No hijo, nada tienen que ver los gatos con las personas, ya te daré otro que será mejor.
Cierto es que tenían esas creencias que yo desconocía pero que más tarde oí decir a más gente.
Deja una respuesta