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Recuerdo a una bonita niña que repartía con migo su bocadillo, cuando iba al molino en La Chalana, en Pola de Laviana

El maíz de nuestra cosecha, lo llevábamos a moler a un molino que todavía existe en la Chalana, Laviana. Yo iba con el burro, que era muy viejo y tenía las orejas “gachas”, por una enfermedad que tuvo. Llamaba la atención de la gente porque los burros tienen las orejas siempre para arriba y él nuestro las tenía “palmeras” y lo hacían más feo que los otros, además de lo viejo que ya era el pollino. Había que esperar vez para moler, y como esta espera era de varias horas la gente se llevaba un bocadillo, el que podía claro, y que lo comían a las once, yo, como no lo tenía me iba con el burro que lo tenía debajo del puente viejo de la  Chalana, para no quedarme mirando a los que comían, y para que mi hambre no se agudizara más aun.

Había una señora comerciante de la Felguera que llevaba cantidad de trigo y maíz a moler, algunas veces la acompañaba una hija de mi edad muy bonita y muy buena, nadie se portó conmigo como ella, que por cierto me gustaría mucho volver a saber de ella, saludarla y saber si le fue la vida como se merece. Esta niña, como el resto, se daba cuenta de que yo me iba a la calle a pesar del frío porque no tenía que comer. Y cuando me encontraba solo con mi burro, llego ella con su bocadillo, y me dijo con mucho cariño:

-Arsenio, ya me di cuenta de que no tienes bocadillo, vengo contigo para hacerte compañía y repartir el mío.

-Como vas a repartir lo que tú tienes que comer, ni hablar le dije.

-Da para los dos y lo partió.

Yo no quería nada porque me daba mucha vergüenza, aparte de que le iba a comer de lo que ella necesita. Pero ella con no en cada mano insistía, no cesó hasta que me convenció. Lo comíamos juntos mientras que charlamos y entre otras cosas me preguntaba por mi vida de aldeano trabajando en el campo y con su gran inteligencia analizaba la diferencia tan notable de su vida a la mía. Me explicaba que ella vivía mucho mejor que los de la aldea, no tenía que trabajar, solo estudiaba y que no le faltaba de nada. Tenían un comercio, su economía era muy buena y que le daba mucha pena que yo pasara hambre, además de tener que trabajar tanto y siendo tan joven.

Esta chica estaba muy preparada, a pesar de ser de mi edad, destacaba por su cultura, hasta en sus movimientos se veía la diferencia, su forma de comportarse era totalmente distinta. Estudiaba en el Colegio de las Monjas y se crío en una villa. La diferencia era notable, sabía más que yo de casi todo. En uno de los días que nos juntamos allí, me dijo que le gustaría ir a mi pueblo y pasar conmigo algún  tiempo, que no podíamos dejar de vernos, que le gustaba estar junto a mí porque me quería mucho. Me preguntó si sabía cuándo volvería al Molino para ver si podíamos coincidir. Yo no sabía cuándo sería, por eso solo nos vimos tres o cuatro veces, y nunca más supe de ella.

 En la montaña no había teléfono, ni lo conocía, tardó muchos años más en llegar a nuestro pueblo. Sería muy importante poder verla para saludarla y darle las gracias por lo atenta que fue conmigo, y recordar juntos aquellos tiempos que ya tan lejanos nos quedan. Sabe Dios qué sería de ella, si pudiera leer este pasaje, acaso podría darse cuenta y recordar al aldeano que bajaba de la montaña con su burro a moler al Molino de La Chalana en Pola de Laviana, y que por ser un burro único, siempre fue la atención de la gente que no lo conocía. Pero era un valiente animal, al que siempre quise mucho, y seguro que ella también recuerda los momentos que pasamos juntos debajo del puente viejo de La Chalana, donde yo acompañaba a mi burro para no mojarnos y apartarme de las personas que comían su bocadillo. Supongo que no dudará en ponerse en contacto conmigo. Sería una gran satisfacción, creo que para los dos. Normalmente estas cosas tan bonitas nunca se borran de la mente. No recuerdo su nombre y lo siento mucho, pero sí tengo su imagen gravada como era en aquel tiempo: una morena un poco más bajita que yo, con unos bonitos ojos, una melenita muy bien apañada, con su bonito y blanco rostro. Una sonrisa que le daba gracia a todos sus movimientos, aparte de muy bien vestida, muy elegante, además de cariñosa. Sin duda una hermosa criatura, que ya nunca más volví a ver, pues al poco tiempo comenzó mi vida de arriero y ya no pude viajar más en mucho tiempo. Hay que ver lo bonito de esta pequeña historia que recuerdo perfecta mente y que al repasarla me emociona un poco, añorando el pasado y por la nobleza y cariño de aquella niña tan bonita que nunca olvidare.

10 respuestas a Al molino de la Chalana en Pola de Laviana

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